El trabalenguas completo dice “Cuando digo digo, no digo digo, sino digo Diego”. Estamos ante una verdadera maraña que pinta de cuerpo entero a la “ideología de género”, que es como la religión atea del “progresismo”, de la “nueva izquierda” y de la agenda política internacional del llamado colectivo LGBT, promotoras, los primeros, del laicismo y el feminismo radicales y, el último, comando terrorista de la “nueva cultura” promovida (e impuesta) por las Naciones Unidas.
Es el contaminado mundo político de nuestros días, el mundo de la posverdad y el relativismo, que nuestros políticos deben conocer y para el cual deben prepararse y luchar con energía y patriotismo, pues está en juego el futuro de nuestra identidad cultural, amenazada en esta “guerra cultural”, como ha sido denominada y reconocida, esta lucha, por altas autoridades de la Iglesia católica y de otras denominaciones.
Hay algo muy importante que aclarar. Y es que el peligro y la amenaza representados por la ideología de género, no se identifican necesariamente con las personas homosexuales ni las lesbianas, como grupo humano ni como individuos que viven su vida privada cual activos ciudadanos cumplidores de las leyes y ajenos a las actividades políticas de los grupos de género.
El problema lo representan los activistas, homosexuales y no homosexuales; las activistas lesbianas y no lesbianas, que promueven la ideología y sus consignas en la sociedad política y en la civil, así como en los medios.
Las personas homosexuales y lesbianas son, también, principales víctimas de las acciones políticas del colectivo LGBT, que los engaña con falsedades pseudocientíficas y de toda índole sobre el tema, que les es presentado como una discriminación y “un crimen de odio”. Así, pues, cuando se denuncia y condena la amenaza representada por la ideología de género, no se está hablando de la población lesbiana y homosexual regular.
Esta importante distinción la hacen muy clara el papa Francisco y preclaros líderes de la Iglesia católica, al igual que importantes pastores de iglesias cristianas. Como ha dicho el papa Francisco, se trata de una guerra cultural; una guerra contra el cristianismo, lanzada desde los ruinosos cuarteles del nuevo socialismo que, según analistas políticos modernos, abandona su fracasada “lucha de clases” por la nueva y “progresista”“lucha de los sexos”, bandera del feminismo radical.
Pretende destruir a la familia, verdadera base de la sociedad y sostén de la cultura.
Este inhumano objetivo hace a la ideología de género una amenaza mucho más perversa y peligrosa. Se trata de una guerra entre la mentira y la verdad, el bien y el mal, el odio y el amor, la muerte y la vida.
Como arma de lucha, la ideología de género ha desarrollado su propio “lenguaje de género”, que es el lenguaje regular, pero entendido “en la perspectiva de género”, como dicen para embaucar a los ignorantes. Como en el trabalenguas, en el lenguaje de género decimos: “cuando digo hombre, no digo hombre, sino digo hembra”.
El autor es periodista