Lejos de la creencia de que el farmacéutico solo “cuenta pastillas o dispensa una receta”, por definición es el profesional “con habilidades integrales en salud, fabricación de medicamentos, control de calidad, desarrollo e investigación de los mismos; es aquel experto en medicamentos y en su utilización con fines terapéuticos en el ser humano”. Pero todas estas competencias se ven reducidas en nuestro país, en parte debido a la libre venta de medicamentos (no requiriendo de receta médica), con restricciones para ciertos grupos terapéuticos, por lo que la compra de medicinas y en cualquier cantidad no precisa del consejo u orientación del profesional de farmacia, y su labor se limita a despachar al cliente lo que pide.
Otra práctica plenamente extendida es el arte de la automedicación o recomendación de medicamentos o tratamientos por parte de la gente, que tomando el lugar de un médico o farmacéutico, aconseja a sus amistades o conocidos, y algunas veces las consecuencias no son las esperadas. Para ejemplificar las consecuencias de la automedicación o recomendación de tratamientos, está el uso extendido de los analgésicos-antiinflamatorios (medicamentos tipo “aspirina”); estos fármacos son seguros en dosis y por tiempo determinado, pero en pacientes hipertensos, diabéticos o con problemas renales su utilización debe ser cuidadosa o limitada, justo porque puede agravar su situación de salud. De igual modo, la costumbre muy asentada con el uso de hierbas aromáticas, productos naturales o determinados alimentos crean un problema de salud mediante interacciones: fármaco-producto natural/fármaco-alimento, que pueden ser deletéreos.
Si bien es cierto que muchas plantas son y han sido fuentes de medicamentos, no es menos cierto que al final es una molécula o sustancia particular presente en ella la que posee el efecto esperado, y los otros componentes pueden causar más daños que beneficios, por lo que la orientación que un farmacéutico puede ofrecer a la población incluye por qué evitar el uso de un té de hierbas, una simple toronja, o tomar leche con determinados medicamentos, y que al final puede generar fallas en el tratamiento y no mejorar el estado de salud.
En este punto también es importante el papel regulatorio del Ministerio de Salud. Dicha instancia debe alertar a la población de los peligros que la automedicación y el uso indiscriminado de productos naturales puede generar.
En el Día Nacional del Farmacéutico, quiero felicitar a todos los colegas que tienen clara la responsabilidad que conlleva ser el experto en medicamentos, y la necesidad de educar y brindar docencia con respecto a los tratamientos, ya sea en pacientes crónicos o con padecimientos comunes, para mejorar conjuntamente la calidad de vida de todos los panameños.
La autora es farmacéutica, doctora en farmacología, profesora y miembro fundador del movimiento Ciencia en Panamá