El deseo de toda sociedad es crear ciudadanos que contribuyan eficazmente a su desarrollo, de modo que la educación es pieza clave en el ajedrez de la supervivencia social y de la superación de todos. Por lo anterior es preciso reflexionar que una sociedad sin una buena educación está destinada al fracaso, al olvido y a la pobreza. Entonces, la educación no solo es parte de políticas gubernamentales, sino que debe ser el centro de una preocupación neurálgica del Estado como consecuencia de su compromiso con el país, como debe ser, ¿o no?
Este devenir de situaciones conlleva a pensar que, si necesitamos una educación de calidad, como consecuencia inmediata debemos identificar cuáles son los elementos indispensables para que esta educación de valores profundos, de responsabilidad ciudadana y de aporte cultural y profesional sea una realidad lograble para los panameños y no solo una documentación que elaborar para completar asignaciones sociales y laborales.
Es aquí cuando resulta imperante cuestionarse dónde está el punto de partida hacia una educación de calidad. Existen algunas ideas que plantearse como pensar que está en una correcta planificación de las políticas educativas de los gobiernos de turno; también podría ser coherente considerar que está en los abnegados esfuerzos de los docentes o en la conciencia del compromiso de los padres de familia por ser partícipes activos en la educación de sus hijos.
Si bien el conocimiento es el arma más poderosa contra la pobreza y el fracaso, es iluso pensar que un estudiante sin las condiciones ambientales y educativas necesarias pueda asirse eficazmente del conocimiento. Una página y un lápiz pueden cambiar el destino de un alumno, así como lo puede lograr un dedicado docente que inspira a aprender y una familia que nunca se rinde ante las limitantes.
Lo cierto ante todo es que es ilógico pensar que una educación de calidad se encuentra en una escuela con nulos o escasos recursos en todos los sentidos. Por ello, la educación de calidad es la estrategia esencial para combatir exitosamente los embates de la ignorancia, pero no aplicarla, por sentido común, traería como resultado reprobar la materia más importante en la escuela de formación ciudadana: la conciencia social.
El autor es docente y estudiante de derecho

