Es un secreto a voces que la educación en Panamá está en crisis en todos los sentidos. Desde la falta de infraestructuras hasta la paralización de clases en tres ocasiones, una por la pandemia y dos por protestas relevantes que ha tenido el país en el último quinquenio.
Todavía se escucha y se recuerda aquella esperanzadora frase: “La educación será la estrella que alumbrará el buen gobierno”, que fue una promesa de campaña y lamentablemente como muchas otras quedó en palabras. Esa estrella que debió alumbrar fue algo fugaz para adquirir votos. La educación ha quedado evidenciado que no es de importancia para quienes deben brindar un servicio educativo de calidad. Y la culpa no es de los maestros y profesores, pues si algo han hecho ellos, además de enseñar el contenido de las materias escolares, es aleccionar a todos el civismo y el amor a la patria, sobre todo en esta última protesta, donde la soberanía del país está en juego y donde más de un docente ha dado su propia vida defendiendo los intereses de la nación. La culpa de una educación fugaz es del propio gobierno pues ellos son los que deberían garantizar que los estudiantes puedan recibir todos los conocimientos en las mejores condiciones posibles.
Actualmente se puede apreciar el deterioro de las escuelas. Vemos en las comarcas que no tienen pisos de concreto y los maestros tienen que dar sus clases en medio del lodo. Loable es el trabajo que hacen los maestros para brindar la enseñanza a los alumnos, pero más admirable son las ganas de superarse de los niños que asisten para aprender cada día algo nuevo. Muchos niños van a las escuelas sin comer, sin alimentarse. Otros muchos van sin zapatos o sin útiles escolares. Otros niños y maestros tienen que caminar horas, subir y bajar montañas, cruzar ríos, rifándosela que no venga una crecida y acabe con sus vidas. Pero no hace falta irse tan lejos. En las propias ciudades del país también se ve el reflejo de la desidia en la administración educativa. Vemos proyectos de construcción de escuelas sin terminar. Llevan años construyéndose y no se culminan. Otras escuelas están cayéndose a pedazos. Falta de servicios de luz o de agua, falta de baños, y también hay que decirlo falta de actividades importantes que complementan la educación y que desarrollan a los estudiantes como instalaciones deportivas, instalaciones de cultura y teatro e instalaciones de tecnología.
¿Es esta la educación que se merecen los estudiantes panameños? Claro que no. Es imposible creer cómo el país de los millones todavía no haya un sistema tecnológico donde en situaciones como la pandemia o de protestas donde la educación se vea truncada, no se pueda continuar con las clases de los alumnos. Cómo se prefiere gastar dinero en cosas innecesarias en vez de ofrecer herramientas, libros y laboratorios avanzados para que se aprenda todo lo que conlleva cada materia. Mientras más le exigimos al sistema de educación mejores resultados vamos a tener. La educación es trabajo de todos, desde el gobierno, los docentes, padres y los propios alumnos. Panamá tiene todos los recursos para brindar una educación de excelencia. Razón tenía Octavio Fabrega cuando escribió “Gloria al ser abnegado que cuida con amor a la Patria, salud al que pone la luz de la Vida en el alma de la juventud”, pues la educación es la estrella que debe iluminar a Panamá.
El autor es trabajador independiente

