Este martes 5 de diciembre, el Ministerio de Educación (Meduca) divulgó los resultados de la prueba PISA y, como era de esperar, salimos mal una vez más. Las pruebas que realiza el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), se centran en matemáticas, ciencias y lectura. Según los resultados, nuestro país volvió a fracasar en las pruebas. Si digo que “era de esperar”, no responde a un pesimismo gratuito. Esto seguirá pasando en nuestro país porque aún no entendemos que para cerrar la brecha en la educación tenemos primero que cerrar otras heridas en la sociedad.
Se requiere que la inversión de recursos no sea solo para reparar la infraestructura escolar, algo sin duda alguna importante, porque no se puede enseñar ni aprender en espacios deplorables, pero también se debe mejorar la calidad de vida del entorno escolar y erradicar la pobreza persistente que tiene a las familias panameñas sumergidas en un estrés económico que influye en la capacidad cognitiva de los niños y jóvenes. Una escuela en un entorno sano con familias con capital humano digno es un espacio que favorece el aprendizaje.
Al final, todo termina en esa palabra que muchos odian pero que es necesaria en la vida cotidiana: política. Podemos tener las mejores escuelas de excelencia con tecnología de punta, recursos innovadores y mediadores disponibles y animados, pero si carecemos de políticas públicas de desarrollo integral que posibiliten la enseñanza y el aprendizaje en un medio saludable, los niños y jóvenes seguirán amenazados por su propio entorno y las condiciones que impiden que puedan adquirir destrezas como la comprensión de lectura.
En una investigación titulada “Cómo (no) crear lectores. Evidencias científicas para el fomento de la equidad lectora”, presentada en septiembre de este año por el doctor Joaquín Rodríguez en el VIII Encuentro Iberoamericano de Responsables de Políticas y Planes de Lectura, en Bogotá́, el investigador dice: “El fracaso y el abandono escolares tiene que ver con el origen social, el capital cultural heredado, las expectativas interiorizadas de padres e hijos, la variedad y calidad de prácticas culturales desarrolladas y, obviamente, el gusto y la práctica de la lectura dependiente de todos esos determinantes”. Por eso es importante la articulación interinstitucional que apueste por una política transformadora para la democracia y el desarrollo humano.
Si la evidencia científica, como lo ha demostrado el doctor Joaquín, deja claro que hay que intervenir de manera integral especialmente en la vida de los primeros niveles de la educación infantil y primaria, no podemos esperar mejoras en la educación en los años de la adolescencia; ya es demasiado tarde. Es por eso que las políticas culturales y de educación son vitales para que fortalecer la democracia y la ciudadanía.
Hablemos de responsabilidades. Si bien hay un sector responsable en este escenario, que es el Gobierno, porque desde sus entidades se generan y emiten las políticas públicas y donde hay una serie de responsables que son los maestros, asesores técnicos, funcionarios, coordinadores de educación, supervisores y directores de escuela, hay otros mediadores vinculados que están relacionados como es la familia y la comunidad.
Es por eso que se debe trabajar estrechamente en programas coordinados entre las instituciones y las familias, porque el problema de la educación no es lineal ni vertical, es algo periférico que toca a todos, pero sin políticas no se puede aspirar a la calidad educativa y al desarrollo de acciones de lectura y escritura a nivel territorial.
Tal vez sea mejor, como metodología, hacer diagnósticos de contextos sobre la situación de la lectura y la escritura como prácticas en los territorios. “Es la radiografía y el mapa de las condiciones, características, fortalezas, capacidades, recursos y problemáticas que existen y que constituyen la base y punto de partida desde el cual se justifica y soporta la creación del plan territorial de lectura y escritura”, nos dice Jeimy Hernández, coordinadora de lectura y bibliotecas del Centro Regional para el Fomento de la Lectura en América Latina y el Caribe, en el Cerlalc.
El Plan Nacional de Lectura del Meduca tiene en sus fases la aspiración de gestionar articulaciones necesarias, además de que propone estrategias para acercarse a las familias y a la comunidad para socializar el problema de la lectura. Por otro lado, el Ministerio de Cultura tiene programas para reforzar los hábitos de lectura que pueden acercar a las familias y a la comunidad desde acciones puntuales. No puedo dejar de mencionar el papel crucial de la red de bibliotecas públicas en este proceso.
Hay un trabajo hecho y que sigue intentando sostenerse, incluso sin recursos. Esto significa que las próximas administraciones de todas las instituciones vinculadas a la educación, que no es solo Meduca, tienen un desafío histórico en la gobernanza y gestión de la inversión en cultura y educación. El próximo presidente del país deberá asumir un papel importante para que Panamá sea una nación de lectores competentes que puedan defender la libertad y la democracia. Ya lo hemos dicho antes: nuestra crisis es, realmente, una crisis cultural.
El autor es escritor