El sistema educativo panameño se encuentra en una encrucijada crítica. Una tradición educativa que se originó durante la era industrial con el propósito de preparar a las masas para ingresar rápidamente al mundo laboral ha permanecido prácticamente inalterada desde entonces. En un mundo caracterizado por su constante evolución, es fundamental cuestionarse si es relevante en el presente.
La pregunta que debemos plantearnos es: ¿Estamos viviendo un cambio “normal” o algo realmente importante está sucediendo? A pesar de los avances tecnológicos, el sistema educativo panameño no ha logrado adaptarse de manera efectiva a estos cambios. Además, se enfrenta a una serie de desafíos en los centros educativos que integran el sistema que parecen no tener solución a simple vista.
Un dato alarmante es que, según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), en el último censo, el 15% de los jóvenes en Panamá ni estudian ni trabajan. Esta data plantea preguntas urgentes sobre el futuro de estos jóvenes y su participación en la sociedad.
La educación es, sin duda, un pilar fundamental para el desarrollo de una nación. Estoy convencido de que, en Panamá, los retos que enfrenta el sistema educativo amenazan el futuro de nuestra sociedad.
Uno de los principales obstáculos que afecta a las escuelas es la falta de respuesta efectiva por parte de los responsables de la educación. Problemas como el deterioro de las instalaciones escolares, un plan de estudios obsoleto y resultados insatisfactorios en evaluaciones internacionales siguen sin resolverse de manera satisfactoria.
Esta desvinculación fáctica con la realidad de los estudiantes se refleja en la desconexión que estos últimos experimentan al ingresar a la universidad y, luego, al mundo productivo, donde se les exigen competencias, habilidades y herramientas que no dominan. Es fundamental cuestionar si las actuales metodologías impartidas son una respuesta a las expectativas de un entorno cambiante.
Estos antecedentes apuntan a que es necesario abordar estos problemas de manera integral involucrando a todas las partes a fin de garantizar un futuro más brillante para los niños, niñas y jóvenes panameños.
Las instituciones educativas requieren mayor autonomía, reconociendo que cada una enfrenta desafíos y realidades únicas que deben ser considerados en la toma de decisiones.
El sistema educativo tiene el deber ético de evolucionar y adoptar enfoques innovadores que, a su vez, reflejen y celebren la diversidad cultural que constituye la riqueza de nuestra identidad nacional.
Al gobierno le corresponde proporcionar los recursos financieros y técnicos así como el apoyo necesario para que las instituciones educativas puedan brindar una educación de calidad.
El famoso psicólogo y pedagogo Howard Gardner, en su obra “Cinco Mentes para el futuro” (Five Minds For The Future) explora las habilidades mentales necesarias para prosperar en un mundo moderno.
Enfatiza que se requiere tener una mente disciplinar, una mente sintética, una mente creativa, una mente respetuosa y una mente ética para competir y tener las habilidades necesarias para el siglo XXI. Preguntémonos: ¿estamos cultivando en Panamá los cerebros de los que habla Gardner? Sabemos la respuesta.
La educación es, en última instancia, una inversión en el futuro de Panamá. Su rescate requiere un llamado a la acción que debe resonar en todos los rincones del país. Los candidatos presidenciales tienen la responsabilidad de comprometerse verdaderamente con la mejora de una actividad tan crucial.
El bajo número de candidatos presidenciales presentes en el Foro de Educación de “Agenda País” de la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá (Cciap) que tuvo lugar recientemente plantea interrogantes sobre su nivel de compromiso. A pesar de ser un evento gratuito en el que se buscan propuestas que involucren al sector privado, además de invitar a candidatos presidenciales, solo cuatro participaron, tres de ellos, independientes.
Esto nos lleva a preguntarnos si realmente están dispuestos a tomar medidas concretas para mejorar la educación de nuestro país. La respuesta a todas estas interrogantes puede tener un impacto significativo en el futuro de Panamá y en las oportunidades que se les brindan a nuestros jóvenes. Es hora de que todos los sectores de la sociedad trabajemos juntos para garantizar una educación de calidad y un futuro prometedor para las generaciones venideras.
El autor es egresado de LLAC 2023
