La cifra de abandono escolar es alarmantemente alta. Necesitamos que cada niño y niña complete su recorrido escolar, al menos hasta la media, límite desde el cual el o la estudiante puede ingresar al mundo del trabajo o continuar sus estudios.
Al menos el 80% de nuestros niños en edad de ingresar a la escuela lo hace en las escuelas públicas, pero de ese número, solo un 12.5% se gradúa. Cuatro de cada 10 niños no están asistiendo al preescolar, y se sabe que la asistencia al preescolar asegura la permanencia de nuestros niños en el sistema escolar. El costo por estudiante de escuelas públicas se ha incrementado en los últimos años, ascendiendo a más de 2,000 en la primaria y más de 3,000 en la pre media y media. A pesar de esa inversión no se están alcanzando los logros educativos esperados para un país con un PIB alto.
Los resultados de las pruebas SERCE, TERCE y ERCE realizadas en el país desde el año 2006, nos señalan claramente las causas de estos bajos logros, que son consistentes y sistemáticos de forma tal que son claramente identificables. Y si bien es cierto hay muchos factores externos, “la fiebre no está en la sábana”. Uno de los elementos cruciales se da en el entorno inmediato del estudiante: el salón de clases.
Más que las infraestructuras, lo que más impacta positivamente en el logro educativo es el clima escolar, es decir el trato amable y respetuoso por parte de docentes y directivos. El mayor impacto negativo lo tiene el fracaso escolar y la repetición que, a veces, más que el contenido de alguna asignatura es una forma de castigar el comportamiento de los estudiantes. Parece que no hay claridad en el concepto de evaluación de aprendizajes, que es una herramienta de retroalimentación y no de castigo. El fracaso es un castigo y tiene un impacto profundo en la vida de los niños y en realidad de todas las personas. El fracaso genera un sentimiento de invalidez, de incapacidad; afecta la seguridad de la propia persona y lastima su autoestima. Pensemos en niños que tienen dificultades para leer y escribir o que no pueden desarrollar pensamiento matemático y solo reciben fracaso. Se empieza a sentir perdido en el aula escolar y si no recibe la retroalimentación adecuada el fracaso se constituye en una constante que lleva a la repetición y, con ella, a la puerta del abandono escolar. El sistema educativo puede ser cruel, llamando a los niños por calificativos y haciéndolos sentirse rechazados, abandonados o dejados de lado por su dificultad. A su vez, todavía perviven prejuicios en la sociedad como “si no tienes capacidad para estar en la escuela entonces salte y vete a trabajar”. Puerta abierta para el abandono escolar y presa fácil para las pandillas u otros grupos delincuenciales que les dan el reconocimiento y la aceptación que no encuentran en sus escuelas o en sus hogares.
Las causas del abandono escolar son visibles y están bien documentadas. Las pruebas deberían ser una lectura obligada para los docentes y tomadores de decisiones porque no solo nos reflejan los problemas reales de nuestros estudiantes sino que a la vez, proponen políticas educativas públicas, entre las cuales está cambiar la metodología del fracaso por acciones positivas, transformadoras, que focalicen en el éxito escolar y no en el fracaso. Necesitamos esos niños de vuelta a sus centros escolares.
La autora es psicóloga