El agua de todos en la tierra de nadie



El agua de todos en la tierra de nadie representa la lucha de cada panameño por la sostenibilidad de su vida, porque el debate no es si la botamos o la administramos, si no la pregunta es ¿cómo con ella nos relacionamos? Porque como dice el poeta García Lorca “Agua, ¿Adónde vas?, riendo por el río a orillas del mar”, lo que, para un país hídrico como Panamá, ni es conveniente, ni una opción.

En la Segunda Guerra Mundial la tierra de nadie hacía referencia a un espacio entre dos líneas enemigas enfrentadas, siendo en su origen una especie de territorio en disputa, que no estaba en control de nadie, era ambiguo, anómalo e indefinido debido a la aplicación de su jurisdicción.

¿Podríamos pensar en nombrar nuestro país bajo esta lectura? Qué estará pasando en nuestras cuencas hidrográficas que destruir para construir se ha vuelto la tendencia antinatural de nuestro modelo de crecimiento, en donde ya no se trata del que contamina paga como dice el relato neoliberal, porque la naturaleza no tiene precio, solo posee valor y esta distinción es una de las claves.

Tal parece que estamos muy interesados en la tierra de nadie, menos regulada, en donde los moradores no asumen el precio de cogobernar la gestión del agua, mientras que algunos representantes de la sociedad civil solo reaccionan jugando al activismo verde de sueños de pancartas y de ambientalismo urbano, de cámaras de tv y redes difusión masiva, de discursos que en lugar de educar nos victimizan como ciudadanos, de propuestas reactivas en las que mucho cuesta pasar de víctimas a responsables. Hemos preferido paliar la tensión que nos produce el estrés hídrico, escapándonos, culpando a otros, como dijo Eva Baltasar en la obra Permafrost, hemos construido una sociedad en que mucha gente necesita medicarse para soportarse. Pronto las profesiones liberales serán superadas por la psicología y la psiquiatría ambiental y el estrés hídrico será clasificado como un problema de salud mental.

Por lo indicado, la gestión del agua siempre será la gestión del conflicto. Si las guerras del Siglo XX se lucharon por petróleo, el próximo conflicto es por el agua, su uso y apropiación privada para diferentes usuarios.

El Pacific Institute estimó en el año 2022 que en el mundo han ocurrido más de 1,300 conflictos por el agua. Para evitar estas tensiones en Panamá, de leyes estamos blindados, pero la manifestación del resultado de su implementación siempre hablará sobre su intención y esto es porque como deporte nacional, desde la tierra de nadie, descargamos el 80% de toda clase de desechos sobre el agua de todos, que posteriormente se vuelve basura marina, sin sensibilidad, ni control y que cíclicamente como buenos vecinos se recogen con sistemas o en campañas bajo sudor y sol, la basura que arrojan los habitantes desde la tierra de nadie.

Pero algo más pasa en la tierra de nadie, porque, aunque la regulación en sí misma no crea ni efectos jurídicos, sí resulta vinculante a la población, por la Ley No. 287 del 2022, que en su Artículo 6, indica que: los habitantes deben asistir a las autoridades competentes …sobre riesgo o daño ambiental, lo que nos hace responsables, pasando de nuestro derecho a usarla indiscriminadamente, a nuestro deber ciudadano de protegerla.

Aunque las comparaciones son necias, en la tierra de nadie el relleno sanitario de Cerro Patacón recibe aproximadamente 2,000 toneladas diarias, versus el relleno sanitario marino que reciben por medio de ríos y quebradas cerca de 10 mil toneladas mensuales si promediamos en el año las más de 120 mil las que infelizmente paran en el mar, lo que nos daría una dimensión más clara del problema.

Entonces la tierra de nadie, donde está el agua de todos, nos asemeja a que muchos panameños somos como el denominado maestro del disimulo Felipe Stanhop de Chesterfield del Siglo XVIII, una especie de tira la piedra, y esconde la mano, porque cuando exigimos la provisión de este recurso, el agua es de todos, más cuando debemos cuidarla, es tierra de nadie, en realidad estamos demandando del Estado, algo que como ciudadanos no estamos entregando, lo que vuelve la forma en que nos relacionamos con el agua de la tierra de nadie, el principal conflicto de uso.

En un país donde el agua es de todos y la tierra de nadie, como en Macondo la tierra ficticia de Gabriel, si no la vamos a querer para qué queremos ver llover.

El autor es doctor en ciencias de la educación, desarrollo humano y educación social; sociólogo


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