El alcalde disruptivo



La revista Forbes Centroamérica publica en portada una foto en blanco y negro de los alcaldes de San José y de Panamá. Los llama “disruptivos”. Ambos tienen aspecto de estar encantados de conocerse. Solo hablaré del panameño, que no termina de romper con nada, sino que comprueba la deriva política que sufre nuestro país por mano propia: tenemos lo que hemos votado.

Cuando digo que el alcalde es el “Chikilicuatre” de la política panameña no es burla, es un paradigma. En 2008, un personaje de ficción representó a España en Eurovisión. El público, harto de los malos resultados, optó por un voto disparatado y mandó a Rodolfo Chikilicuatre al certamen. No quedó en mala posición, y ha superado a muchos de sus sucesores pero, al poco tiempo, desapareció: el actor que lo encarnaba no se dejó tragar por el personaje.

Mayer Mizrachi se cree su personaje, confunde su vida y su persona con la Alcaldía, taquilla, trata el cargo para el que fue elegido como si fuese de su propiedad; desaparece biencuidaos y buhoneros y no dice dónde los recoloca, y ahora les da permisos hasta el 6 de enero para vender, pero no una solución continua a su realidad. Y eso que lleva poco más de cinco meses. ¿Que le demos chance como al presidente? Sí, claro, pero que quede dicho que a ambos se los ha tragado hace tiempo su personaje, y que no hay nada más peligroso en política que un funcionario que se cree su propio delirio.

Lo único disruptivo del “Chacalde” (casi Chikilicuatre) es su afán de ser quien no es.

Por lo demás, es exactamente igual que sus antecesores: sordo a los consejos, con poco conocimiento, y con un afán de protagonismo peligroso, que lo lleva a ponerse delante de todos para brillar tomando a los ciudadanos por tontos. Ojalá que se le pase pronto el personaje, y también al presidente, y se pongan a hacer su trabajo.

El autor es escritor


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