El ascenso de Putin y su ideología



Advierto que mucho de lo que voy a describir está contenido en el libro La gente de Putin: Cómo la KGB volvió a dominar Rusia y después se tomó el Occidente, escrito por Catherine Belton. En una investigación que tomó años, describe el atípico ascenso de Putin y cómo ha llegado a apoderarse de la Federación Rusa por más de 20 años.

Vladimir, después de graduarse de la escuela de la KGB, fue asignado a la ciudad de Dresden, en la comunista Alemania Oriental. Allí fungió como enlace con la Stasi, el siniestro cuerpo de seguridad de Alemania del Este, controlada por el poder ruso. Cuando cayó el Muro de Berlin y la consecuente disolución del imperio soviético, fue transferido a San Petersburgo (antigua Leningrado). Allí intervino en el funcionamiento de los puertos y las relaciones de la FSB (la antigua KGB) y las poderosas mafias rusas. Su mentor fue Anatoly Sobchak, alcalde con fuertes convicciones liberales y democráticas. En la década de los 90 del siglo pasado, la figura más relevante en Rusia era Boris Yeltsin, quien moldeó la nueva Federacion Rusa y quería convertirla en un país de Occidente. Pero al final de la década, Rusia había caído en una espiral de corrupción gigantesca, en la que fueron implicados miembros de su familia, en especial su hija Luydmila. La situación era insostenible. Urgentemente había que buscar un reemplazo para Yeltsin.

Apoyado en la recomendación de varios oligarcas como Sergei Pugachev, Nikolas Patrushev y Gennady Timchenko, la oscura figura de Putin fue mencionada. Los oligarcas alegaban que Putin era una persona fiel y agradecida, y aseguraban que no perseguiría a Yeltsin y sus familiares, los cuales tenían un miedo atroz de terminar en la cárcel. Así fue como Yeltsin, en 1999, entregó el poder a Putin y lo nombró presidente de la Federación Rusa.

Sus propulsores recordaban cómo Putin ayudó a su mentor Sloback, cuando este entró en desgracia con las autoridades. Resulta irónico que al principio el mismo Vladimir se expresaba de sí mismo como un “gerente temporal”. Al inicio de su mandato, fue liberal y demócrata.

A mi juicio, Putin cambió cuando el gigante consorcio de ExxonMobil quiso apoderarse de Gazprom, una de las pocas joyas que todavía no habían sido privatizadas y dadas a los oligarcas en el cambio de deudas por acciones. El presidente ruso sintió que Occidente, y sobre todo Estados Unidos, quería apoderarse de Rusia.

En la conferencia que se celebró en Munich, Putin describió su nueva ideología. Adujo que Rusia siempre había sido un imperio, situado en la masa eurasiática. Enfatizó que la caída de la Unión Soviética constituía la peor tragedia del siglo XX. Recalcó que había recibidido promesas de Occidente, de que las exrepúblicas de la antigua Unión Soviética no serían aceptadas en la unión militar de la, OTAN (controlada por Estados Unidos) ni en el Mercado Común Europeo. Y habló de Ucrania, territorio vital de Rusia, la cual sirvió como capital de la “Sagrada Russ”, al principio del Imperio Eslavo, en el siglo noveno.

Para su nuevo proyecto, enlistó el apoyo de la Iglesia Ortodoxa Rusa y de las huestes más conservadoras y ultranacionalistas, siempre contando con el estricto apoyo de la FSB, antigua KGB. Así fue como emprendió una limitada guerra contra Georgia, alentó a las milicias prorusas en Ucrania y en el 2014 se anexó Crimea en dicho país.

Putin considera que los países de Occidente, principalmente Estados Unidos, son enemigos de las aspiraciones imperiales rusas y que la función primordial de su país es servir de contrapeso a la influencia hegemónica de Occidente. Mucho de todo esto resulta irónico, ya que en 1954 fue Nikita Kruschev, a la sazón la figura dominante en Rusia, entonces Unión Soviética, quien entregó Crimea a Ucrania en un intento por aplacar las aspiraciones nacionalistas de los ucranianos.

La “doctrina Putin”, si así podemos llamarla, se basa en los escritos de Alexander Dugin, nacionalista ruso que proclama la primacía de Eurasia, y sobre todo Rusia, en la función civilizadora de lo que debe constituir su arco vital de influencia.

Como la Constitución rusa establecía que un presidente solo podia reelegirse dos veces, en el interín de su mandato Vladimir tuvo que entregar la presidencia a Dmitri Medvedev, figura a la que hasta el presidente Barack Obama, de Estados Unidos, alabó por imprimirle un aire mas liberal y demócrata a su mandato.

Pero las esperanzas de Occidente se derrumbaron, cuando al final de su mandato, Putin volvió a reelegirse y se comprobó que todo el tiempo este constituía el verdadero poder detrás del trono.

Por todo lo anterior, vaticino que el régimen de Putin no puede darse el lujo de perder en su agresión ucraniana, aunque lo haga con una victoria verdaderamente pírrica.

El autor es licenciado en relaciones internacionales


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