Panameños, debemos pensar en grande y, como otras veces, atrevernos. Nuestro viejo Canal que funciona a base de esclusas y aguas pluviales, 110 años después, se ha saturado y ¡comienza a morir! Aquel presagio en otro artículo años atrás, titulado “El dilema: tomar agua o pasar barcos”, se ha anticipado unos 25 años y con tendencia a precipitarse por los rigores e inestabilidad del cambio climático. Sin duda, los panameños estamos acorralados ante otro reto histórico, los que al final, cuando nos unimos, siempre convertimos en triunfos y este del proyecto Canal a nivel del mar no podría ser la excepción.
Sin embargo, es importante reconocer, esta crisis, la cual ya esta presente y confrontamos hoy, que es de otra talla y de envergadura universal, evidentemente de compleja y astronómica inversión para la solución. Por supuesto, en lo inmediato y consecuencias previstas en nuestro país, sin los aportes económicos del Canal no cabe duda echaríamos anclas en el subdesarrollo. Vale decir entonces a riesgo sea considerado iluso soñador, sostener esta ruta hacia la eternidad sería el reto cumbre y compromiso de patria ante la memoria de nuestros proceres, es decir, la nueva causa de la centuria que someterá a prueba al pueblo panameño.
Al imaginar y prever el inmenso costo del financiamiento de esta colosal obra de ingeniería, además la concertación de tecnología avanzada que se requeriría, parecería juicioso participarle a las naciones del primer mundo, algunas de las cuales están entre los 10 usuarios frecuentes del Canal de Panama. Abrirnos como una empresa multilateral globalizada e invitar a otros accionistas desde el mismo podio de Naciones Unidas, toda vez que el canal a nivel del mar por Panama sin dudas y hoy más que nunca, calificaría como una obra para la seguridad estratégica y equilibrio del comercio Mundial. De comprenderse así, los panameños deberíamos abordar y muy pronto a Washington, así como al Consejo de Seguridad de la ONU. Además y al unisonó, “aplicar la misma dinámica agresiva y novedosa del método diplomático ágil del contacto personal con los líderes del mundo, que implementara el general Omar Torrijos para lograr el apoyo mundial a la causa nacional que derivó con extraordinario éxito en los tratados Torrijos-Carter. De lo contrario, si nos distraemos con soluciones domésticas de construir mas embalses, solo lograríamos extender la agonía y muerte del viejo Canal, pues circunstancias fuera del control humano como el aumento de la población y la demanda creciente del desarrollo de la capital, ¡lo han desahuciado! Por supuesto, el cambio climático ha empeorado la crisis, aunque no tanto como los efectos por el crecimiento de la población.
Debemos actuar con premura, unidos con inteligencia y astucia. De lo contrario, en el transcurrir de los próximos 50 años, quizá antes, veremos morir no solo nuestro activo físico y generador de riquezas más importante, sino además el empobrecimiento de nuestra república. Tan importante sería esta obra, que a mediano plazo estaríamos presenciando el renacer de nuestra segunda república y todos los avances económicos, beneficios y superación hacia la excelencia cultural y transformación de nuestro recurso humano.
Sugerimos al gobierno nacional actual tomar las precauciones a tiempo y la organización temprana de nuestros mejores hombres para semejante tarea, sobre todo en la primera fase emprender una dinámica agresiva diplomática.
Finalmente, tomar la precaución. La competencia por el agua del Canal versus el agua para la población, podría llevar a nuestro progenitor, el Canal, inconscientemente a devorar sus propios hijos.
No se vislumbra en el horizonte otra alternativa: el Canal a nivel del mar o el regreso a “Banana Republic”.
El autor es general (R), excomandante de la Guardia Nacional y exministro de Estado