En 2005, con apenas cinco años, el mundo era para mí un vasto espacio lleno de maravillas por descubrir y preguntas sobre el lugar que ocupamos en él. A esa corta edad, realicé mi primera visita a las esclusas del Canal de Panamá, la tierra natal de mi padre. Este recuerdo se ha mantenido vívido en mi memoria, como si hubiera ocurrido ayer. En ese momento, al estar frente a esa obra monumental, me sentí diminuta, como una hormiga en un mundo construido para gigantes.
La inmensidad y la grandeza de su ingeniería me dejaron sin palabras, maravillada por cómo conecta océanos, culturas y sueños. Desde entonces, el Canal de Panamá es parte esencial de mi identidad y de la de todos los panameños.
Como joven panameña preocupada por el futuro, no puedo dejar de preguntarme: ¿estamos preparados para los nuevos retos que enfrentamos?
Los cuestionamientos sobre la soberanía del Canal de Panamá, especialmente desde el gobierno de Estados Unidos, generan preocupación en la sociedad panameña. Estas declaraciones son percibidas como una intromisión en el derecho legítimo de Panamá a administrar sus propios recursos y territorio, violando su soberanía.
El presidente Mulino había sido firme al rechazar las afirmaciones del gobierno estadounidense, bajo la administración de Donald Trump, que aseguraban que Panamá permitiría el paso gratuito de buques de guerra estadounidenses por el Canal. Esta información, divulgada por el Departamento de Estado de Estados Unidos, fue calificada por Mulino como una “falsedad intolerable”. Sin embargo, tras la visita del secretario de Defensa Hegseth, Panamá anunció que hay un sistema de compensación de costos: Estados Unidos pagará con servicios el paso de sus buques. También se anunció la firma de un memorando de entendimiento entre el secretario de Defensa de Estados Unidos y el ministro de Seguridad, Frank Ábrego, que permitiría que tropas norteamericanas estuvieran en áreas adyacentes al Canal, cuyo alcance debe ser explicado a la ciudadanía.
El Canal, por el bien de las presentes y futuras generaciones, debe seguir bajo la soberanía panameña y su administración bajo la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), una entidad autónoma del Estado. La ACP es responsable de fijar las tarifas de peajes, según lo establecido en el título XIV de la Constitución. Esta facultad recae en su Junta Directiva, compuesta por 11 miembros, cuyas decisiones deben ser aprobadas por el Consejo de Gabinete, conforme al artículo 319.
Estas tensiones subrayan la importancia de defender la soberanía nacional. La geopolítica sigue influyendo en la administración de esta infraestructura clave. Más allá de lo político, este debate nos lleva a reflexionar sobre lo que significa realmente la soberanía para un país como Panamá.
Así como aquella niña, frente a la inmensidad del Canal, vio en su grandeza un futuro lleno de posibilidades, hoy, como panameña, sigo viendo en esa misma obra monumental el símbolo de nuestra fortaleza y de nuestra independencia. Debemos seguir protegiéndolo: es el lazo más fuerte que nos conecta con el mundo y con nuestra historia. El Canal no es solo una vía marítima ni una fuente de ingresos. Es un símbolo de nuestra capacidad de autodeterminación. Hemos demostrado que somos capaces de administrarlo con eficiencia y responsabilidad.
Frente a presiones externas, las nuevas generaciones debemos mantenernos firmes. La soberanía del Canal es irrenunciable. Su control no es solo un derecho político: es un compromiso con nuestro desarrollo, nuestra democracia y nuestra dignidad nacional. El Canal es más que una obra de ingeniería. Es un puente entre generaciones. Así como alguna vez, siendo niña, me impresionó su grandeza, hoy, como ciudadana, veo en él una expresión de nuestra independencia. Por ello, preservarlo es proteger nuestra historia, pero también nuestro futuro.
La lucha por la soberanía ha estado históricamente vinculada con la consolidación democrática. La defensa del Canal de Panamá va más allá de un asunto nacional. Es un ejemplo para otros países de la región que buscan fortalecer su independencia política y económica. Proteger la soberanía del Canal significa también proteger la democracia panameña, garantizando que los ciudadanos tengan el poder de decidir su destino y que los recursos nacionales sean gestionados en función del bienestar común.
La autora forma parte de Jóvenes Unidos por la Educación.