Cuando pensábamos que el cartel de las Sanguijuelas era malo, resulta que tenemos uno peor: el cartel de los Bunau-Varilla, cuyo capo es el Gringuillo. El primero dominaba la Asamblea e influenciaba las decisiones y movimientos locales, pero este nuevo cartel tomó beligerancia a partir de las visitas de los enviados por el desquiciado con garrote en mano. El cartel de los Bunau-Varilla se caracteriza por estar integrado por unos serviles vendepatria, traidores a los principios soberanos, cuyo entreguismo de nuestros derechos inalienables repugna.
Los que vivimos el 9 de enero de 1964, que ahora andamos por las décadas de los setenta y ochenta años, estamos viendo cómo todo ese esfuerzo estudiantil, que influyó de manera contundente en la recuperación del Canal, con muertos y sangre, ahora lo están pisoteando e ignorando. Como conmemoración de dicha lucha, el 9 de enero se designó como el Día de los Mártires, pero vamos a tener que borrarlo del calendario por el irrespeto a la memoria de dichos caídos. De seguro que el capo Gringuillo y sus secuaces van a establecer una nueva fecha, como el 7 de abril, para conmemorar el Día del Entreguismo.
Haciendo un poco de historia y remontándonos a los años de 1964: para ese año, el Gringuillo tenía 5 años y la mayoría de sus secuaces andaban en pañales o no habían nacido. Es un hecho que ninguno de ellos sintió ni experimentó el fervor de la lucha para recuperar nuestra soberanía, por lo que ese evento tiene un efecto “neutro”, como el mecanismo de compensación que han inventado para disfrazar los cargos “que te doy y me haces”. Visto desde el prisma de ellos, como no nos costó nada obtenerlo, alegremente podemos regalar la soberanía que teníamos sobre el Canal, y dejar que se entrometan en nuestras decisiones soberanas, además de meter la mano en la alcancía del Canal.
El 11 de octubre de 1968 sucedió la revolución octubrina, que transformó a Panamá en todo su sentido, ya que fue un golpe militar donde la democracia se extinguió. Esto sucedió cuatro años después del movimiento estudiantil que marcó la hoja de ruta para la recuperación del Canal. Para esa época, el Gringuillo estaba en escuela primaria y sus secuaces posiblemente en maternal o preparándose para ingresar a la escuela. La educación y la influencia del entorno a temprana edad de estos ahora secuaces vendidos estuvo carente de valores cívicos, y realmente no se desarrollaron para convertirse en buenos ciudadanos, sino que crecieron en la cultura del juega vivo. Algunos posteriormente adquirieron sus ínfulas de militares, ya que su juventud coincidió también con los años del sometimiento bajo el otro dictador, Manuel Antonio Noriega, que fue derrocado durante la invasión que realizaron los gringos en 1989.
El Gringuillo nació en 1959 y el periodo dictatorial Torrijos/Noriega fue de 1968 a 1989, o sea que sus 20 años posteriores a su pubertad los vivió bajo la influencia dictatorial, que algo le debió haber calado. Durante sus años mozos fue activista contra la dictadura de Noriega e integrante de la Cruzada Civilista, pero pareciera que esos efímeros momentos de lucha han quedado en el olvido. El reflejo de su formación lo hemos experimentado con la venta de su alma al diablo para convertirse en el presidente electo por una minoría no representativa de la mayoría de los panameños. ¿Tendría también en ese entonces el apoyo encubierto de los gringos para lograr lo que ahora están recibiendo?
Todo parece indicar que ha seguido con la misma técnica, aunque no tiene alma que vender porque no la ha recuperado. A cambio, recurrió al servilismo sin agallas al convertirse en el yes man de los gringos. Concurrentemente, los miembros del cartel Bunau-Varilla que lo acompañan ciegamente en la tarea de mancillar nuestra patria, dejándolos intervenir en nuestros derechos ciudadanos, son de una camada similar. Esta gallada que lo acompaña en el gabinete, direcciones de entidades públicas y círculo cero es una camada que está entre las décadas de los cuarenta y cincuenta años. O sea, que lo que fluye por sus venas no es comparable con el de la juventud del 9 de enero de 1964. Probablemente ninguno de ellos recitó el poema Patria, escrito por Ricardo Miró en 1909, conmemorando la independencia de Colombia, y que es un himno para los verdaderos patriotas, a quienes se les pone la piel de gallina de la emoción cuando lo oyen.
Parece que tocará a la generación de los seniors fomentar, encabezar y dirigir una nueva cruzada denominada Pro Mundi Beneficio, y salir de este letargo y sumisión en la que nos ha envuelto el Gringuillo y su cartel Bunau-Varilla. Nuestra soberanía nos costó lucha y sangre recuperarla, para que ahora estos vendepatrias la anden regalando con arreglos neutros.
El autor es ciudadano.