El incendio del cerro Patacón el pasado 18 de enero no fue una sorpresa para nadie. Este evento es el más reciente de una serie de incidentes que han marcado la historia del vertedero, un símbolo de los retos ambientales, sociales y económicos que enfrenta la ciudad de Panamá. A pesar de que su vida útil estaba proyectada hasta el 2010, bajo las mejores condiciones y con el mantenimiento adecuado (cosa que no sucedió), el uso del vertedero se ha extendido repetidamente sin cambios significativos en su gestión. Esta prolongación indefinida de su uso, sin una planificación adecuada para el futuro, nos lleva a cuestionar si esta crisis fue, de alguna manera, planificada.
El incendio en el cerro Patacón es un recordatorio de los desafíos que enfrenta la ciudad de Panamá, agravados por un crecimiento urbano acelerado y caótico. La expansión de la ciudad, marcada por un desarrollo urbano moderno pero desordenado, ha intensificado los problemas ambientales, sociales y económicos, sobre todo en las áreas habitadas por aquellos en situación de mayor pobreza. Estos problemas se ven intensificados por políticas de urbanización que promueven intereses bancarios y especulación de suelos, generando una mayor exclusión social y deterioro del hábitat.
En el contexto de este crecimiento acelerado pero planificado, la reducción de la distancia mínima entre el vertedero y las nuevas comunidades a tan solo un kilómetro se ha convertido en una decisión que ha expuesto a poblaciones a riesgos graves tanto en términos de salud como del medio ambiente. Esta situación se hace evidente en la vida cotidiana de los residentes de estas comunidades, donde las áreas de esparcimiento y la rutina diaria se ven íntimamente ligadas a la constante presencia de los residuos, ya sea de manera física o como parte del paisaje urbano. Un ejemplo claro es la urbanización Génesis, que fue construida por el Miviot en la comunidad Kuna Nega, en las faldas del cerro Patacón.
Esta reducción en la distancia entre el vertedero y las nuevas viviendas, aunque parte de un plan de crecimiento planificado, ha generado una interacción no deseada y perjudicial entre las comunidades y los desechos, planteando serios desafíos tanto para la salud pública como para el bienestar ambiental de la zona.
Por otra parte, no es secreto que en toda la ciudad ha habido un aumento significativo de asentamientos informales, muchos de los cuales se encuentran en una ubicación peligrosamente cercana al cerro Patacón, y han desarrollado su economía en torno al vertedero. La dependencia económica de estas comunidades con respecto al vertedero es otro aspecto de esta problemática. Un gran número de familias se dedican a actividades relacionadas con la gestión de residuos, ya sea de manera formal, trabajando en empresas de este sector, o de manera informal, recogiendo materiales reciclables. Esta situación no solo evidencia la escasez de alternativas económicas disponibles, sino también la estrecha relación entre la pobreza y las cuestiones medioambientales. De esta forma, el vertedero no solo representa la fuente de ingresos para algunas familias de estas comunidades, además, define la imagen predominante de su entorno urbano. Las calles y sus “espacios de recreación” se encuentran tan cerca del vertedero que a veces parecen ser una extensión del mismo. En este contexto, es común observar a niños jugando en medio de los desechos, adultos mayores disfrutando de partidas de dominó sobre pilas de basura y familias enteras reutilizando elementos que provienen del cerro Patacón. Esta proximidad plantea una seria preocupación en términos de riesgos para la salud. No solo implica peligros sanitarios, también coloca sobre la mesa importantes cuestiones éticas y de derechos humanos.
En resumen, la crisis del cerro Patacón, que por momentos parece ser una crisis planificada, refleja los desafíos más amplios que enfrenta la ciudad de Panamá: un crecimiento urbano descontrolado, la ausencia de políticas de gestión ambiental efectivas, una economía formal insuficiente y las consecuencias sociales derivadas de estas falencias.
Este caso no solo subraya la urgencia de una planificación y gestión ambiental responsable, adicionalmente revela cómo la falta de previsión y posibles intereses ocultos han contribuido a intensificar las desigualdades sociales y económicas, entrelazadas con problemas ambientales. La prevención de futuros desastres y la protección de las comunidades vulnerables deben ser una prioridad, tanto para las autoridades como para la sociedad en su conjunto. Solo abordando este desafío de manera integral, la ciudad podrá asegurarse de que su rompecabezas urbano no solo esté completo, sino que también sea sostenible y justo para todos sus habitantes.
La autora es planificadora urbana e investigadora del Cieps.