Los sistemas de pensiones en América Latina y Europa han pasado por importantes reformas en las últimas décadas debido a retos como el envejecimiento de la población, la informalidad laboral, la baja cobertura y la sostenibilidad financiera. Estos cambios buscan adaptar los sistemas a las nuevas realidades demográficas y económicas, ofreciendo lecciones que pueden aplicarse a Panamá para mejorar su propio sistema de pensiones.
Chile fue pionero en reformar su sistema de pensiones en 1981, al implementar un sistema de capitalización individual, donde los trabajadores cotizan en cuentas privadas gestionadas por las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones). Aunque este modelo fue innovador, con el tiempo surgieron problemas como baja cobertura y pensiones insuficientes, especialmente para mujeres y trabajadores informales. En respuesta, en 2008 se creó un pilar solidario para asegurar pensiones mínimas a quienes no lograban ahorrar lo suficiente. En 2022 se propusieron nuevas reformas para aumentar las cotizaciones y fortalecer la solidaridad, buscando un equilibrio entre capitalización y reparto.
Uruguay implementó un sistema mixto que combina un sistema de reparto con un componente de capitalización individual. Las reformas de 1996 aumentaron la edad de jubilación y las contribuciones, además de ofrecer un sistema de cuentas individuales administradas por el sector privado. Este enfoque mixto ha proporcionado mayor estabilidad, permitiendo a los trabajadores elegir entre ambos sistemas. El componente solidario ha sido clave para mejorar la equidad y sostenibilidad del sistema.
En 2008, Argentina abandonó su sistema de capitalización individual y volvió a un sistema de reparto administrado por el Estado, motivado por la inestabilidad económica y la volatilidad financiera. Sin embargo, el sistema enfrenta problemas de déficit y sostenibilidad, lo que ha generado nuevas discusiones sobre la necesidad de ajustes en la edad de jubilación y otros parámetros.
Suecia implementó un sistema híbrido de reparto y capitalización, basado en cuentas nocionales. Este modelo ajusta automáticamente las pensiones según la esperanza de vida y el crecimiento económico. Además, cuenta con un mecanismo de “ajuste automático”, que reduce los beneficios cuando el sistema está en déficit, lo que garantiza su sostenibilidad a largo plazo sin necesidad de intervención política constante.
Alemania introdujo en 2001 una reforma que creó un pilar voluntario de ahorro privado (Riester-Pension) para complementar su sistema de reparto, y elevó gradualmente la edad de jubilación a 67 años. A través de ajustes paramétricos y la diversificación de las fuentes de financiamiento, Alemania ha mantenido la sostenibilidad de su sistema y asegurado la equidad intergeneracional.
El sistema de pensiones de Panamá, basado en el modelo de reparto administrado por la Caja de Seguro Social (CSS) para aquellos contribuyentes que se afiliaron antes de la Ley 51 de 2005, y un nuevo modelo mixto que incluye un componente de capitalización individual, enfrenta desafíos similares a los de otros países: envejecimiento poblacional, baja cobertura y un creciente déficit actuarial. Para salvar el sistema actual y garantizar su sostenibilidad, equidad y solidaridad, Panamá debe considerar las siguientes lecciones derivadas de las experiencias internacionales:
1. Reformas paramétricas: Elevar la edad de jubilación, como lo hicieron Uruguay y Alemania, es una medida necesaria debido al aumento de la esperanza de vida. Este ajuste debe implementarse gradualmente, considerando las diferencias en las condiciones de vida y esperanza de vida de diversos sectores de la población.
2. Diversificación del financiamiento: fortalecer el modelo mixto combinando la capitalización individual con un sistema efectivo de reparto para mejorar la sostenibilidad del sistema. La experiencia chilena muestra que un modelo exclusivamente de capitalización puede generar inequidades, pero un enfoque mixto distribuye mejor los riesgos y beneficios.
3. Pilar solidario: Un componente solidario es esencial para aquellos trabajadores que no alcanzan a cotizar lo suficiente. La experiencia de Chile y Uruguay demuestra que un pilar solidario fuerte puede reducir la pobreza en la vejez y mejorar la equidad en el sistema.
4. Formalización del empleo: La alta informalidad laboral es un obstáculo clave en América Latina para lograr una mayor cobertura de pensiones. Incentivar la formalización del empleo mediante subsidios o incentivos fiscales puede aumentar la base de cotización, mejorando así la sostenibilidad financiera del sistema. Asimismo se necesita incentivar y facilitar la incorporación de los trabajadores independientes al sistema de seguridad social.
Panamá enfrenta una oportunidad crucial para reformar su sistema de pensiones. Las experiencias de América Latina y Europa subrayan la importancia de implementar un modelo mixto, ajustando los parámetros de jubilación y garantizando un pilar solidario sólido. Solo mediante reformas estructurales y bien diseñadas, el sistema de pensiones de Panamá puede ser sostenible, equitativo y solidario para las generaciones futuras.
El autor es salubrista