Aunque nace como una teoría filosófica con Rousseau en 1762, la idea básica ya había sido planteado desde Platón y Cicerón, pasando por Hoobes y Locke, quienes relacionaban el término como un pacto de sujeción entre gobernantes y gobernados como fundamento del Estado.
En realidad, el contrato social es mucho más simple, fuera de contextos filosóficos que poco llaman la atención. Lo que sí es de atender es la urgente necesidad que tenemos como ciudadanos de cumplir con el contrato social actual; nos referimos al que se adquiere en un Estado en relación con sus derechos y deberes y los de sus ciudadanos. Este contrato social que firmamos al nacer y adquirir ciudadanía, en virtud de lo cual aceptamos la existencia de una autoridad, de normas morales y leyes que debemos cumplir para el bien común. Así se explica la autoridad política y el orden social que expresa el hacer las leyes.
El contrato social indica que, para vivir en sociedad, acordamos de manera implícita que se nos otorgan derechos a cambio de abandonar la libertad absoluta de la que dispondríamos de no sujetarnos al contrato. Los derechos y los deberes de los individuos constituyen las cláusulas del contrato, en tanto que el Estado es la entidad creada para hacer cumplir el contrato. Del mismo modo, los seres humanos pueden cambiar los términos del contrato si así lo desean. Por otro lado, un mayor número de derechos implica mayores deberes, y menos derechos, menos deberes; esto es la esencia de la filosofía de Rosseau y es la que vivimos.
Es un pacto entre el individuo y la comunidad, donde ambos nos beneficiamos; en esta simbiosis dinámica, el poder que rige la sociedad es la voluntad de hacer las cosas bien, de llegar a la conciliación permanente en el ejercicio de vivir en las comunidades, barriadas o parques. Suena como a una libertad natural, donde al cumplir no necesitamos la autoridad del Estado que nos sancione por no cumplir.
Es bien sabido que el contrato actual con el Estado no está funcionando como fuese ideal. El estado global de la democracia en 2022 de Idea Internacional muestra que la calidad de la democracia está disminuyendo en la mitad de las democracias del mundo. Es un fenómeno global, más allá del panorama nacional.
¿Qué puedo hacer como ciudadano para que el contrato social no expire o quede sin efecto? Exigir a la contraparte que cumpla con sus políticas y que sea innovador en su visión de los cambios sociales; que sea prospectivo en su análisis de las matrices sociales para que podamos corresponder con el cumplimiento de las leyes que bajo el Estado de derecho reconocemos que son necesarias. Pero, según postula el filósofo, todo se puede corregir a través de la educación y de una organización social y política adecuada, lo que es apoyado por otros pactos que pueden ayudar a fortalecerlo como los objetivos de desarrollo sostenible 2030.
Apuntemos a lo básico: exigir nuestros derechos y cumplir con los deberes para que la sociedad sea resiliente. Hagamos uso de la educación avanzar en el progreso y desarrollo humano a los pasos agigantados que anhelamos.
El autor es oficial del Senafront
