Las recientes y constantes amenazas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre una posible intervención en el Canal de Panamá han generado preocupación en los panameños. Sin embargo, la respuesta del gobierno panameño ha sido débil y carente de la firmeza que la situación demanda. En lugar de aprovechar la coyuntura para fortalecer la unidad nacional y reafirmar la soberanía del país, el gobierno no ha articulado una estrategia clara para contrarrestar las narrativas erróneas y defender la posición de Panamá en el escenario internacional.
Los casos de Canadá y México ofrecen ejemplos claros de cómo responder ante amenazas externas con determinación y estrategia coordinada. Trump ha impuesto aranceles y ejercido presión económica sobre estos países, buscando que cedan en temas comerciales y de seguridad fronteriza. Sin embargo, ambos gobiernos han respondido con firmeza y una estrategia bien definida, defendiendo sus intereses nacionales sin caer en confrontaciones innecesarias. Además, han recurrido a la diplomacia y a nuevos acuerdos comerciales para mitigar los efectos de estas medidas, lo que no solo les ha permitido reforzar su imagen internacional, sino que también ha consolidado el respaldo de sus ciudadanos. Panamá, en contraste, sigue sin desarrollar una táctica efectiva para reforzar su posición y defender su reputación.
Es crucial desmentir la narrativa de que el Canal de Panamá está bajo control chino. La administración del Canal está en manos de panameños y ha operado con éxito desde su reversión en 1999. A lo largo de los años, Panamá y Estados Unidos han mantenido una relación estratégica clave, trabajando juntos en temas de seguridad, estabilidad regional y lucha contra el narcotráfico. Esta cooperación ha sido esencial para ambos países, ya que la seguridad del Canal y de la región es un interés compartido. Es fundamental que el gobierno panameño refuerce esta relación de manera diplomática, asegurando que se base en el respeto mutuo y en el reconocimiento del éxito panameño en la administración del Canal.
El gobierno panameño debería liderar una estrategia diplomática que incluya la invitación de delegaciones internacionales de Europa, organismos multilaterales y representantes de Estados Unidos —tanto demócratas como republicanos— así como periodistas y analistas. Que estos actores visiten el Canal, conozcan su gestión de primera mano y puedan contrastar la realidad con la retórica política que se ha planteado, ayudaría a disipar mitos y fortalecer la posición de Panamá en el debate global. También es esencial realizar presentaciones internacionales que resalten la eficiencia y soberanía panameña sobre el Canal, así como el éxito de la ampliación —una obra que supera en escala al Canal original y que Panamá ejecutó con éxito—, demostrando su capacidad para gestionar su activo más valioso.
Sin una estrategia clara, Panamá corre el riesgo de permitir que narrativas erróneas se afiancen, debilitando su posición en el escenario internacional. Este no es solo un debate político; es una cuestión de identidad nacional, de dignidad y de respeto por nuestra historia. Es momento de actuar con determinación, movilizar apoyo externo y reafirmar el control panameño sobre el Canal con hechos y diplomacia activa. Las respuestas débiles y la improvisación son casi tan peligrosas como la inacción. No podemos seguir permitiendo que el nombre de Panamá sea humillado públicamente. Nuestro país luchó por su soberanía, y hoy, más que nunca, es nuestra responsabilidad defenderla con la misma convicción.
El autor es abogado.