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El deber de priorizar el envejecimiento saludable y sostenible

El envejecimiento poblacional está generando un profundo impacto en el mundo, impulsando el crecimiento demográfico y la demanda de recursos naturales. Las personas mayores de 65 años son el segmento de población de más rápido crecimiento, y en 2019, por primera vez en la historia de la humanidad, superaron en número a los niños menores de 5 años. La mayoría de las personas mayores actualmente vive en las regiones menos desarrolladas y más desiguales, las mismas que han tardado en adoptar el envejecimiento como un tema prioritario en materia de políticas públicas.

Uno de los mayores desafíos que plantea el envejecimiento de la población es el desarrollo humano sostenible. El incesante aumento de la esperanza de vida y el crecimiento demográfico socavan los esfuerzos para garantizar la seguridad alimentaria, gestionar el suministro de agua y promover el consumo sostenible. Esta mayor longevidad coloca a todas las naciones en un estado de emergencia en lo que respecta a la sostenibilidad, incluso si los tomadores de decisiones se niegan a reconocerlo.

Las personas mayores son las más afectadas por los cambios climáticos y ecosistémicos. Los impactos directos son severos e incluyen fenómenos meteorológicos extremos como huracanes, ciclones, incendios forestales, inundaciones y olas de calor. Los impactos indirectos son igualmente perniciosos e implican cambios en la transmisión de enfermedades, y escasez de agua y de alimentos producto de la sequía y degradación del suelo. Estos desafíos generan mayor inseguridad, pobreza y migración. Así lo advierte la científica Lina Lay Mendevil, en su artículo de opinión (La Prensa, 17/04/2024), en el que manifiesta que, en los sectores más vulnerables de la sociedad, las familias a menudo se ven obligadas a “elegir entre hambre y enfermedad o la migración”.

Las personas mayores también enfrentan severas desigualdades en materia de salud que afectan su calidad de vida y aumentan su dependencia de la atención sanitaria. Las enfermedades relacionadas con la edad consumen vorazmente los recursos sanitarios y ejercen una presión insoportable sobre los sistemas de salud pública, que ya están tambaleándose debido a décadas de mala gestión que han agudizado el desabastecimiento de medicamentos, la mora quirúrgica y los fondos del programa de Invalidez, Vejez y Muerte, del que dependen más de 310 mil jubilados y pensionados del país. El intrincado vínculo entre envejecimiento y sostenibilidad es claro, pero nuestras respuestas actuales son ridículamente inadecuadas.

Destacar el vínculo entre sostenibilidad y envejecimiento podría ayudar a satisfacer las necesidades humanas básicas y al mismo tiempo salvaguardar el medio ambiente. Por ejemplo, mejorar la accesibilidad y la eficiencia del transporte público impulsaría la actividad física y reduciría las enfermedades y la contaminación del aire. También existe abundante evidencia científica del efecto protector que tienen los espacios caminables y verdes en la salud y el medio ambiente. Asimismo, tener una dieta más saludable y con base en la producción sostenible va de la mano, lo que significa que debemos desarrollar prácticas alimentarias sostenibles y saludables que al mismo tiempo beneficien la salud del planeta. Lograr estos avances requiere no sólo creatividad y compromiso, sino también un replanteamiento radical de nuestras prioridades para crear una visión compartida de un planeta saludable donde todas y todos podamos envejecer con dignidad. Sobre todo, necesitamos equipos de personas con diversas perspectivas y conocimientos dedicados a buscar soluciones para mejorar nuestras probabilidades de éxito.

A medida que la población mundial vive más tiempo, es crucial implementar políticas públicas integradas que aborden tanto el envejecimiento poblacional como la sostenibilidad ambiental. Esto incluye promover la educación y la conciencia sobre la importancia de un estilo de vida saludable y sostenible desde una edad temprana, fomentar la investigación y el desarrollo de tecnologías verdes, e invertir en proyectos de innovación social y tecnológica.

El envejecimiento de la población y la sostenibilidad están intrínsecamente vinculados. Sólo a través de un enfoque integral que reconozca y aborde la intersección de estas cuestiones podemos esperar garantizar un futuro próspero y equitativo para las generaciones futuras. Cualquier otra cosa sería un fracaso abyecto de imaginación y responsabilidad.

Por último, aprovecho este espacio para celebrar la designación del actual Secretario Nacional de la Senacyt, el Dr. Eduardo Ortega Barría, como Secretario del próximo quinquenio. La estrategia de aprovechar los logros alcanzados, que son significativos, sin duda permitirá cumplir los objetivos establecidos para el beneficio del país.

La autora es investigadora en el Centro de Neurociencias del Indicasat AIP e integrante de Ciencia en Panamá.


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