El crecimiento empresarial es un reto constante. Aunque es el principal objetivo de muchas organizaciones, estas enfrentan múltiples obstáculos. No basta con tener una visión clara o establecer metas ambiciosas; el verdadero desafío es transformar esas aspiraciones en una realidad tangible.
Mientras algunas empresas se estancan en rutinas, otras logran una transformación radical gracias a líderes dispuestos a desafiar el statu quo y modificar la cultura organizacional. De hecho, este tipo de liderazgo no solo impulsa el crecimiento, sino que también genera una energía renovada capaz de duplicar el valor de las acciones en pocos años.
El verdadero desafío no radica en soñar con el crecimiento, sino en alinear esas aspiraciones con acciones concretas. Aunque la mayoría de los líderes desea expandirse y evolucionar, lo que marca la diferencia es cómo se ejecutan esas intenciones. Las empresas exitosas no solo hablan de sus metas; implementan un enfoque integral que abarca desde decisiones estratégicas hasta la optimización del talento humano.
Investigaciones como el informe Cómo prepararse para el crecimiento: las mentalidades y los comportamientos de liderazgo que importan, de McKinsey & Company, revelan una brecha preocupante entre las prioridades de los líderes y el tiempo que dedican a proyectos de largo plazo. Aunque el 72 % de los ejecutivos considera que el crecimiento es una prioridad, solo el 22 % de su tiempo se destina a iniciativas que no generan beneficios inmediatos. Esta tendencia a centrarse en metas a corto plazo sacrifica la visión estratégica futura.
Las compañías que logran un crecimiento sostenido son aquellas que mantienen el foco en objetivos a largo plazo, incluso en tiempos de incertidumbre. No se trata solo de ajustar la estrategia cuando las condiciones cambian; estas empresas toman decisiones audaces, como reorientar recursos hacia nuevos mercados o invertir en innovación disruptiva. Este enfoque requiere una visión clara y la disposición de desafiar lo establecido, lo que ha sido clave para el éxito de muchas corporaciones vanguardistas.
La audacia es esencial para el crecimiento. No basta con asumir riesgos calculados; es necesario explorar oportunidades inciertas con gran potencial. Las empresas de alto rendimiento movilizan rápidamente sus recursos hacia estos horizontes sin perder de vista sus objetivos estratégicos. Sin embargo, muchas caen en la tentación de adoptar una mentalidad conservadora, priorizando la eficiencia operativa y la reducción de costos sobre la inversión en innovación. Esta postura, aunque comprensible en tiempos de volatilidad, resulta contraproducente a largo plazo.
Las empresas que apuestan por la innovación y desafían los límites de lo conocido navegan mejor la incertidumbre y se posicionan como líderes cuando el mercado se estabiliza. Además, la experiencia del cliente es clave para el crecimiento. Aunque muchas empresas reconocen su importancia, pocas logran integrar las necesidades del cliente en sus decisiones. Aquellas que lo colocan en el centro de su estrategia logran el doble de crecimiento en comparación con las que no lo hacen. El uso de tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial, para anticipar los deseos del consumidor es una de las claves para liderar el mercado.
El talento humano también es fundamental para el crecimiento. A pesar de que los líderes reconocen su importancia, muchas empresas enfrentan una brecha significativa de habilidades que limita su capacidad de adaptación y expansión. Las compañías que sobresalen invierten en el desarrollo del talento y aseguran que los mejores empleados ocupen puestos clave, especialmente en áreas de innovación. Este enfoque no solo les permite adaptarse, sino también liderar el mercado.
Además, estas empresas buscan talento fuera de su industria para obtener nuevas perspectivas y enfoques frescos. En un mundo interconectado y dinámico, las organizaciones que no se adaptan corren el riesgo de quedarse atrás. Los líderes que comprenden que el talento es esencial para el crecimiento aseguran una ventaja competitiva duradera.
El crecimiento empresarial es una maratón que exige paciencia, perseverancia y acción. Los líderes que convierten sus aspiraciones en resultados concretos ejecutan sus planes con rigurosidad, mantienen siempre una visión de largo plazo, actúan con audacia, ponen al cliente en el centro y gestionan el talento con miras al futuro.
El problema es que muchas organizaciones no logran pasar de la estrategia a la ejecución. Se quedan atrapadas en un ciclo de parálisis por análisis o priorizan los resultados a corto plazo, lo que estanca su crecimiento. En cambio, aquellas que se atreven a transformar sus aspiraciones en acciones concretas, invierten en el futuro y se adaptan a las necesidades cambiantes del mercado estarán mejor posicionadas para enfrentar los desafíos y lograr un crecimiento sostenible.
El reto es claro: para crecer, hay que pasar de la ambición a la acción. Solo así se lograrán los resultados deseados, transformando ideas en éxitos tangibles y asegurando el futuro de las organizaciones. El crecimiento no se alcanza esperando, sino tomando decisiones valientes y ejecutando con rigor cada paso del camino.
El autor es socio senior de McKinsey & Company, Panamá.

