El famoso comediante y actor Leopoldo Fernández, mejor conocido como “Tres Patines”, solía decir que la gente se moría de repente o de algo malo. Un amigo mío dice que la gente se enferma por tener mala suerte o por su culpa. Dicho de otro modo, por enfermedades en las que el comportamiento y estilo de vida nada tienen que ver o por enfermedades simplemente auto-infringidas.
En un mundo donde los recursos para la atención de la salud son limitados, con frecuencia se debate si el sistema de salud debe absorber todos los gastos que se derivan de la atención de las enfermedades auto-infringidas. Por ejemplo, ¿debe un paciente con años de ingesta excesiva de alcohol recibir un trasplante de hígado pagado por un seguro público como el seguro social? O si hay dos pacientes de la misma edad en el cuarto de urgencias esperando por una cama de cuidados intensivos y uno es un fumador con enfisema y el otro un paciente con asma alérgico, ¿deberían los médicos darle la cama al que tiene asma, por no ser esta una enfermedad auto-infringida?
Aunque la causa de muchas enfermedades crónicas es compleja y multifactorial, sin duda muchas están claramente asociadas a conductas o comportamientos modificables. Bien conocidas son las enfermedades relacionadas con el fumar, tomar alcohol, usar drogas o comer en exceso y no hacer ejercicios regularmente. Otras enfermedades se complican si son diagnosticadas tardíamente. El no hacerse las pruebas de tamizaje oportunamente puede también considerase al menos en parte responsabilidad del individuo. Por ejemplo, el no realizarse una mamografía a tiempo, el no revisarse la presión arterial o el no hacerse pruebas para detectar el cáncer de colon, pueden contribuir a la gravedad y avance de estos padecimientos.
Ya hace muchos años Hipócrates, en su famosa obra Régimen, mencionaba la importancia de considerar el estilo de vida de los habitantes cuando se preguntaba: “¿toman en exceso, comen en exceso y por ende no pueden aguantar la fatiga o les desagrada el trabajo y el ejercicio físico?”.
Un punto importante, por supuesto, es no estigmatizar o discriminar a las personas que han desarrollado este tipo de enfermedades, y en lo posible ofrecerles el mejor tratamiento disponible. Aún enfermedades que a simple vista parecieran ser claramente auto-infringidas tienen tras de sí otros factores causales hereditarios, ambientales, sociales y psicológicos que no están totalmente bajo el control del individuo. Por ejemplo, algunas personas tienen una predisposición familiar o genética a la obesidad. Igualmente, en algunos casos la ingesta excesiva de alcohol también tiene un sustrato hereditario. La adicción a ciertas drogas como la nicotina, cocaína, y heroína, son enfermedades y con frecuencia van más allá del control volitivo del individuo, y requieren tratamientos específicos y no deben considerarse como falencias morales de la persona afectada.
Mientras el debate ético sobre quién es el responsable de las enfermedades auto-infringidas y quién debe pagar los platos rotos continúa, la lección más importante y pragmática probablemente está en un punto intermedio. Por un lado, hay un grado importante de responsabilidad individual en la promoción y prevención de la salud. Como individuos debemos realmente hacer un esfuerzo por cuidarnos y a toda costa “proteger el templo” que es nuestro cuerpo y mente. Hay que echar mano a todo lo que se haya demostrado útil para mantener la salud. Pero también es importante que la sociedad y los que gobiernan contribuyan a este esfuerzo.
Recientemente pasé varios días en La Chorrera, visitando familiares y me hospedé cerca del parque Feuillet. No saben cuán difícil fue encontrar un lugar donde salir a trotar, sin correr el riesgo de ser atropellado o sin llenar mis pulmones del humo de los buses y automóviles que circulaban por el área. Como sociedad debemos contribuir a la educación sobre la salud y los gobernantes deben promover estrategias y políticas preventivas. Se debe invertir en la creación de espacios adecuados para la actividad física y dar importancia no sólo a construir clínicas y hospitales donde atender los enfermos, sino a tener gente sana con programas robustos de detección y prevención temprana de enfermedades. Y qué decir del alto costo de los alimentos saludables y nutritivos. La desigualdad en el poder adquisitivo en Panamá se hace abismal a la hora de comprar frutas, vegetales y fuentes de proteínas bajas en grasas.
En fin, hay mucho trabajo que hacer, a nivel personal y como país, para disminuir el impacto de las llamadas enfermedades auto-infringidas. No vaya a ser que, más temprano que tarde, nos toque irnos, como decía Tres Patines, de repente o de algo malo. ¡Cosa más grande la vida, chico!
El autor es médico.
