Continuando con el tema de China, hoy necesitamos alejarnos de la geopolítica porque en realidad lo nuestro no es la política ni la economía, sino la cultura. Por eso en esta ocasión, y aprovechando el mes del año nuevo chino, queremos referirnos a los cuentos chinos.
En el fascinante mundo de las tradiciones orales, los cuentos y leyendas chinas ocupan un lugar especial. No solo nos abren puertas a un pasado milenario; también son espejos que reflejan la filosofía, la moral y la conexión del ser humano con el universo. Las historias no son solo relatos, son puentes que hacen conexiones, a través del tiempo, con las generaciones y nos permiten entendernos a nosotros mismos. Sin las historias sería imposible comprendernos.
En China las narraciones son un tesoro que ha sobrevivido al tiempo y que se transmiten de boca en boca, como en muchas partes del mundo, de generación en generación, de familia en familia, y hoy siguen cautivando a quienes prestan atención a su sabiduría implícita.
Uno de los relatos más fascinantes es la historia del monstruo de Nian. Conocí este cuento gracias a Berta Alicia Chen. Según la leyenda, Nian era una bestia feroz que venía cada año, ya sea del mar o las montañas, para devorar a los habitantes de un pueblo, incluso a los niños. Sin embargo, los aldeanos descubrieron, gracias a la sabiduría de un anciano, que el monstruo temía al color rojo, al fuego y al ruido. Así, comenzaron a decorar sus casas con rojo, encender fogatas y usar petardos para ahuyentarlo. Esta historia no solo explica el origen de las celebraciones del año nuevo chino, sino que también habla de la importancia de la solidaridad y la astucia comunitaria frente a la adversidad.
Los cuentos chinos no son simples ficciones para entretener; están profundamente arraigados en la filosofía y la cosmovisión de la cultura. En ellos están implícitas palabras como armonía, respeto, perseverancia, honestidad, valor, lealtad, naturaleza, equilibrio, gratitud, paciencia, tradición, unidad, humildad, familia, justicia y otras que son el soporte de la dignidad humana.
El taoísmo y el confucionismo son dos pilares del pensamiento chino que se reflejan en los cuentos. Viaje al oeste es una historia del siglo XVI de la dinastía Ming que se le atribuye a Wu Cheng’en donde se exploran temas como la búsqueda de la iluminación, la paciencia y la importancia de seguir el camino correcto, principios taoístas que son parte de la vida cotidiana.
Muchas de estas historias hacen énfasis en la relación armónica con la naturaleza y el universo. En La leyenda de la serpiente blanca, Bai Suzhen es una serpiente que se transforma en mujer para vivir un amor prohibido. El relato aborda el tema de la dualidad entre lo humano y lo divino, lo terrenal y lo espiritual. Es una historia llena de magia y emociones que nos recuerda que la vida es un equilibrio entre fuerzas opuestas
Otro ejemplo emblemático en los cuentos chinos es la figura del dragón. Un día escuché a mi maestra, Gloria Bejarano, contar un cuento sobre el espíritu del dragón. Era un cuento que, además de hablar de que el verdadero arte no se limita solo a la representación simbólica, sino que aspira a tocar el espíritu de las cosas, era profundamente hermoso. Me quedé con la idea en la mente y pensé que de alguna forma los escritores también pintamos dragones.
A diferencia de las representaciones occidentales, donde el dragón suele ser un ser malvado que secuestra princesas y devora gente, en China es un símbolo de protección y armonía; un ser mitológico que representa poder, sabiduría y buena fortuna. En el cuento El dragón de las nueve perlas, este ser mítico ayuda a los humanos a superar desafíos y a lograr la interconexión entre el mundo natural y el espiritual.
En El libro de los seres imaginarios Jorge Luis Borges nos habla del dragón chino: "La imaginación popular vincula el Dragón a las nubes, a la lluvia que los agricultores anhelan y a los grandes ríos. “La tierra se une con el Dragón”, es una locución habitual para significar la lluvia“. William Ospina nos recuerda en uno de sus ensayos esos versos de Gilbert Keith Chesterton: “El árbol del jardín produce manzanas de oro porque bajo sus raíces duerme un dragón”. El dragón es una representación simbólica de la fertilidad de la tierra.
Los cuentos y leyendas chinas son mucho más que historias. Nos hablan de dragones y monstruos, pero también de la nobleza, la valentía y la sabiduría. Nos enseñan que, en el fondo, todos somos parte de un mismo universo y que estamos conectados por hilos invisibles que tejen la trama de la vida.
El mundo se torna más violento a cada momento. Hay dragones malos y buenos en este relato que nos une. Todos deberíamos aspirar a tocar el espíritu del dragón bueno. Por eso quiero cerrar con otra cita de Chesterton. “Los cuentos de hadas son incluso más que verdaderos: no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que los dragones pueden ser vencidos”.
El autor es escritor.