El ITBM y la CSS



El impuesto a la transferencia de bienes muebles (ITBM) y el de servicios (ITBMS) son impuestos perjudiciales para la economía. A diferencia del impuesto sobre la renta, que se paga solo si se genera una ganancia, el impuesto a la transferencia se paga al traspasar un bien, sin importar si se obtiene ganancia o pérdida. Esto encarece las ventas porque se debe hacer una provisión, aunque sea mental, en caso de que no se venda el bien. Es un dinero que el gobierno obtiene de manera indebida.

Este impuesto es dañino porque no tiene otro propósito que generar ingresos para el gobierno, no estimula ni fomenta un buen comportamiento, pero sí perjudica porque penaliza la creación de valor. Su aplicación disminuye las ventas, encarece la toma de riesgos y no ofrece ninguna contraprestación. Es peor que el impuesto al valor agregado (IVA), ya que incentiva los negocios ilegales y fomenta la economía informal. Además, afecta la seguridad social.

El intercambio de bienes, sea para consumo o para agregar valor, es la savia que alimenta el árbol de la vida económica (el crédito es el acelerador). Ingerir, usar, transformar, cambiar, dividir, conjuntar, almacenar o trasladar un bien o servicio son actividades medibles y, por lo tanto, valorables (vendibles). Permiten hacer comparaciones. A nivel personal, crean consumo, disfrute y ahorro; a nivel general, generan variedad, especialización y capital (ciencia y tecnología).

El ITBM es recesivo. Dificulta el trabajo porque incrementa los costos de la actividad productiva y la desincentiva. Es una pérdida colectiva que casi no se percibe porque se diluye o se difiere, lo que lo convierte en antieconómico. Si la venta o el traspaso se realizan, es “a pesar de” y no “gracias a” este impuesto.

Por el contrario, cuando un vendedor vende una casa, por ejemplo, se apresura a pagar los impuestos y la comisión del intermediario porque ha materializado una ganancia, ha solventado algún problema urgente o va a invertir o gastar en algo que le interesa, lo cual es beneficioso.

El ITBM es desorientador. Los compradores y vendedores (el mercado) no tienen cómo mitigar ese porcentaje del costo de venta (7%, en la actualidad) porque no se sabe en qué porcentaje ese incremento del costo diluye el valor de cada parte del bien. No es asignable a una parte específica del producto o servicio; se integra al bien completo de manera instantánea. Aunque se diga lo mismo de los impuestos en general, discrepo: el ITBM es un impuesto a los negocios, básicamente un impuesto a las ventas. Su nombre es un eufemismo.

En los negocios, el dueño, el gerente o el trabajador avispado sabe dónde está el valor no evidente, la plusvalía, el elemento diferenciador, la fórmula que da sentido al negocio y permite pagar los impuestos. Los ajedrecistas dirían: “el tiempo” (la movida ahorrada), esa es la idea.

El ITBM es antisocial. A diferencia del impuesto sobre la renta, que se incrementa según aumentan las ganancias (si es que se producen), el ITBM lo pagamos todos por igual. De modo que el impacto es enorme en la clase trabajadora, pequeño en la clase media y casi nulo en la clase alta, simplemente porque la clase alta es mínima y su consumo es descartable.

La economía panameña está contraída por falta de circulante legal (o justicia moral, si se quiere). Si se elimina el ITBM, se producirá un aumento inmediato del consumo que se reflejará en las arcas de la CSS. Las manos del gobierno son lentas y largas. ¡Auxilio!

El autor es abogado.


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