Es un secreto a voces que en Panamá existe una crisis sanitaria. Todos los usuarios del sistema de salud público en algún momento han vivido o escuchado las diversas vicisitudes que asolan a la población. La falta de insumos médicos, medicamentos, las largas filas de espera, las citas médicas programadas para muchos meses (o incluso años) después, la mora quirúrgica, las pésimas condiciones de muchas infraestructuras hospitalarias, el tráfico de influencias en materia de salud, deficiencia en la prestación de servicios sumado a la lucha constante por pagos de turnos u horas extras de personal sanitario solo es comparable con la metáfora de cruzar El Niágara en bicicleta, de la icónica canción del reconocido compositor Juan Luis Guerra.
En este contexto, es muy difícil pasar el Niágara en bicicleta, para una población que ve cómo millones de dólares son desviados para beneficio de unos cuantos, mientras los hospitales se caen a pedazos, las citas médicas son inhumanamente aplazadas, y la defensa de la salud y la vida parece ser una de las últimas prioridades de los gobernantes en turno. Mientras familias enteras madrugan para sacar una cita, mientras muchas personas desmejoran su calidad de vida por falta de medicinas, mientras la cercanía de la muerte se hace palpable porque no hay implementos quirúrgicos, quienes gobiernan solo aparecen en época electoral para susurrar a la oreja un “tranquilo Bobby, tranquilo”.
La corrupción además es un problema adicional a la loable labor de los buenos enfermeros y médicos, quiénes deben afrontar y pedalear contra las adversidades de las enfermedades, además de avanzar contracorriente al no contar con los equipos médicos necesarios para su labor, totalmente desamparados por falta de apoyo institucional, lo que genera una sensación de desesperanza de quienes quieren brindar una atención de calidad pero ven cómo la pésima asignación presupuestaria (lo cual agrava la escasez de recursos médicos) es utilizada para inflar planillas. Por eso vemos cómo distintos médicos y personal de salud de los hospitales se van a las calles en señal de protesta, peleando por lo que es un derecho para todos, un sistema de salud digno. Vergüenza debería dar que quienes administran los fondos públicos prefieran gastarlo en cosas que no tienen ningún provecho para el pueblo en vez de invertirlo en los verdaderos problemas y necesidades del país. Lamentable también que sea una odisea aprobar y girar los fondos a las instituciones de salud, cuando muy bien lo decía un diputado independiente que a estas instituciones se le debe dar lo que pidan, cuando lo pidan y donde lo pidan inmediatamente. Y es que hablar de la salud de los panameños es hablar del derecho a la vida. Decir que no se cuida la salud es lo mismo que decir que no se defiende la vida que es el principal Derecho de cualquier ser humano.
Es preocupante cómo el gobierno sigue endeudándose en millones de dólares y que no se vea reflejado en ningún área social, mucho menos en el sistema de salud. La pérdida de millones debido a la corrupción, tiene un impacto enorme en el sector de la salud, afectando la calidad de vida de sus usuarios, y en la calidad de atención y en la moral de los médicos y enfermeros. Es fundamental se tome conciencia de esta problemática, y exista una lucha contracorriente, pero necesaria, para poder construir un futuro esperanzador, un futuro donde se proteja la salud, donde los fondos públicos se vigilen con celo, donde los profesionales de la salud se dediquen a curar a servir, y no a recolectar fondos o exigir el pago de lo adeudado. El Niágara en bicicleta sin duda evoca una realidad cruda pero real, pero es necesario y responsabilidad de los buenos ciudadanos afrontar sin cansancio la corrupción para cuidar nuestro sistema de salud público. Panamá merece un sistema de Salud Digno y al alcance de todos.
La autora es enfermera, abogada y empresaria