En 1905, el científico alemán Albert Einstein, con su famosa ecuación E = mc², señaló el enorme poder contenido en la materia. El Homo Bellicus, como es costumbre, pensó en usarlo como arma. En 1938, otro científico alemán, Otto Hahn, descubrió que el uranio, específicamente el isótopo Uranio-235, es el elemento natural más fácil de fisionar, logrando lo que los alquimistas jamás imaginaron: liberar la gigantesca energía contenida en la materia, la energía atómica.
La Segunda Guerra Mundial y el inicio de la era nuclear
En medio de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos desarrolló el Proyecto Manhattan para construir la primera bomba atómica en una carrera contra la Alemania Nazi. Sin embargo, la rendición alemana antes de su invención evitó que fueran los primeros en experimentar una explosión nuclear. En su lugar, en 1945, miles de japoneses sufrieron los devastadores efectos de las bombas lanzadas sobre Hiroshima (de uranio-235) y Nagasaki (de plutonio), tras la negativa de los líderes militares japoneses a aceptar su derrota.
El lanzamiento de estas bombas marcó el final de la Segunda Guerra Mundial y dio inicio a la primera ola de proliferación nuclear. El éxito del Proyecto Manhattan, impulsado por la colaboración entre científicos de Estados Unidos y Europa, llevó a que Reino Unido, Francia y la Unión Soviética desarrollaran sus propios arsenales nucleares. La URSS, además, obtuvo secretos atómicos a través del espionaje, reduciendo considerablemente el tiempo necesario para desarrollar su capacidad nuclear.
La expansión de las armas nucleares en el siglo XX
La segunda ola de proliferación comenzó en 1951, tras la destitución del general Douglas MacArthur por el presidente Harry Truman. MacArthur había propuesto un ataque nuclear contra China y Corea del Norte durante la Guerra de Corea, lo que habría desatado una nueva guerra mundial. En respuesta, la Unión Soviética compartió la carga del desarrollo de armas nucleares con China y Corea del Norte, facilitando el origen de sus arsenales.
La tercera ola de proliferación se debió al programa internacional Átomos por la Paz, impulsado en 1954 por el presidente Dwight Eisenhower. Aunque su objetivo era promover el uso pacífico de la energía nuclear, varios países aprovecharon la tecnología para desarrollar armas atómicas, como Israel, India, Pakistán y Sudáfrica. Este último desmanteló voluntariamente su arsenal en 1991 como parte del proceso de eliminación del Apartheid.
La proliferación nuclear en la actualidad
La actual ola de proliferación nuclear se ve impulsada por las políticas erráticas de Estados Unidos en el marco de la guerra entre Rusia y Ucrania, la defensa de sus aliados en Europa y el papel de la OTAN en la geopolítica global.
Construir bombas atómicas de primera generación ya no requiere conocimientos científicos avanzados, pero sí grandes inversiones en infraestructura y materiales. Muchos países con capacidad tecnológica y financiera han optado por no desarrollar armas nucleares en el pasado, pero el panorama global podría cambiar ante la creciente incertidumbre geopolítica.
Además, diversas dictaduras y regímenes autoritarios podrían buscar el desarrollo de armas nucleares para garantizar su permanencia en el poder, inspirados en el caso de Corea del Norte y el error estratégico de Ucrania al entregar su arsenal nuclear a Rusia en 1994, bajo un tratado de seguridad que hoy carece de valor.
El riesgo de una guerra nuclear
El aumento del número de países con armas nucleares eleva el riesgo de una catástrofe global. Un líder enloquecido, un fanático ideológico o religioso con acceso a armas nucleares podría desatar un conflicto que lleve a la extinción de la humanidad. En este contexto, el desafío de la comunidad internacional no es solo contener la proliferación nuclear, sino evitar que la historia del Homo Bellicus se convierta en la del Homo Interitus.
El autor es abogado.