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El presidente está desnudo. Y el ministro también

Recientemente, la empresa calificadora de riesgos Fitch Ratings, presentó su último informe sobre las perspectivas de crédito de la República de Panamá. Fitch, piensa lo mismo que sus pares, las empresas Standard & Poor´s y Moody´s, que la calidad del crédito del país sigue siendo “grado de inversión”. Pero, Fitch de una manera clara puso sobre la mesa una perspectiva negativa sobre el desempeño futuro del crédito de Panamá. Recientemente también la calificadora Moody´s le pone perspectiva negativa a Panamá, pero no es tan explícita en su evaluación como Fitch.

En resumen, la calificadora piensa que, si bien todavía, Panamá es un buen crédito, hay dificultades que el gobierno, no encara, y trata de endulzar la dura realidad con costosos subsidios y lo peor, a través de una combinación de “humo y espejos”, muestra una realidad financiera opaca y poco creíble.

El informe de Fitch fue como un disparo en la iglesia. Muchos economistas, banqueros y financistas, acostumbrados al arrullo de calificaciones planas y descoloridas, ahora tratan de entender mejor lo que pasa, porque les puede afectar y no poco.

Para la mayoría, la nota discordante de Fitch ha sido un despertar a una realidad desconocida, que hay alguien, que se preocupa por la calidad del crédito del país y que bien o mal debe ser una preocupación ciudadana. Se juzgan y evalúan las acciones del gobierno, pero la mala o buena nota es al país, es a todos nosotros.

Para los que, por razones profesionales seguimos de cerca el manejo del país, la posición de Fitch, no debió sorprendernos. Lo que nos sorprende mas bien ha sido la continuidad de evaluaciones positivas, a pesar del mega endeudamiento del país, destinado casi todo a cubrir gastos corrientes, huérfano de inversión pública que remolque crecimiento o que siquiera se dedique a reparar la deteriorada red nacional de infraestructura. Que se evalúe con “perspectiva positiva” a un país que está a punto de no poder pagar sus pensiones actuales ni futuras, porque no hay coraje político para reestructurar el sistema.

Así las cosas, el gobierno se ha acostumbrado a deslumbrar más que explicar a banqueros y sus ciudadanos sobre la proeza financiera de tener un país que crece solo porque se endeuda y desdeña entrar en cualquier discusión seria de como acometer los problemas estructurales.

Esto se ve agravado ahora, donde la carrera política, la obsesión de “no perder” las elecciones, manda las señales de despilfarro, un presupuesto artificial y abultado, cobro anticipado de impuestos y otras maniobras políticas y “contables” para llegar al proceso electoral con un cofre lleno para distribuirlo a desde el Partido. Esa carrera, se concentra en la planilla y la política y no le pagan a nadie. Y desaparecen, en su obsesión de ganar, los gastos necesarios para mantener a flote la salud, la educación, la ciencia y la seguridad. ¿Hay peor perspectiva que esta?

Esta ficción, emula personajes de aquella fábula donde un rey muy vanidoso e ignorante, que se jactaba de sus lindos trajes, se dejó embaucar por una modista (que rima con economista) que le hizo creer que estaba vestido de tan ricos lienzos, que nadie podía verlos. Y así el rey se paseaba desnudo y todo mundo alababa sus ricos ropajes, e incluso alababan al maravilloso sastre, que podía de la nada elaborar tan vistosas prendas. Hasta que apareció un niño, inocente y libre de perjuicios, y gritó en la calle, “el rey está desnudo”. Todos sabemos lo demás.

Aquí lo mismo, ropajes imaginarios hechos de cuentas confusas y mucho mareo hasta que apareció Fitch. Y más bien ahora todos gritamos “El presidente está desnudo”, y el ministro que le proporcionó tan engañoso ropaje, ahora tendrá que explicarnos a todos, incluyendo las otras agencias calificadoras, cómo pudo así vestir al presidente y al país, pretendiendo que nadie lo notara.

Lo mejor del cuento es lo malo que se pueden poner las cosas. El impacto de las opiniones de Fitch y Moody´s, la política alcista de la Reserva Federal y la incertidumbre política hace muy caro seguir tirando del carrito de la deuda. Y la bomba de tiempo de las pensiones del Seguro Social, sigue tic-tac-tic-toc. Parece que, entre sastre y desastre, solo hay una d-e, como de déficit.

El autor es director de la Fundación Libertad


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