Ninguna democracia es perfecta. La misma, la perfeccionan los ciudadanos de acuerdo a su nivel de conciencia cívica, de educación política y de valores democráticos; comprendiendo que se trata de una responsabilidad y un deber de todos, no potestad de instituciones, partidos políticos, ni gobernantes. “Cuanto más ignorante es el hombre, más obediente es y mayor y absoluta la confianza que pone en quien lo dirige”: Pierre Joseph Proudhon.
Las próximas elecciones, a mi humilde entender, se tratará de una de las mayores y encarnizadas luchas de poder, con inmensas desventajas para quienes propugnan por una conducción decente del Estado, disminuir la corrupción, y son, a quienes mayormente le escasea los recursos económicos vs las fuerzas tradicionales preñadas de recursos estatales y privados, quienes han elaborado las reglas del juego (Código Electoral), a la talla de sus ambiciones desmedidas y la gula de poder. Eso, Lalo lo sabe y calla por conveniencias históricas conocidas de 34 millas de recorrido ó 4 millones ochenta mil kilómetros de combustible, más otros aditivos y carburantes que pesan mucho a la hora de decidir.
La ignorancia política, arrodilla y pone en riesgo la democracia. Pero el inexorable tiempo no perdona a quienes se hayan quedado solo creyendo que con criticar solucionarían los problemas y con su desgastado slogan de: “arriba los que están abajo y abajo los que están arriba”, derribaría las castas de delincuentes de cuello blanco que consideran que el erario, es propiedad de su partido, su familia o sus voraces ambiciones. Cansados de canallas y vividores del sudor ajeno, ha salido al escenario público una inmensa oferta de fuerzas políticas nuevas y candidatos jóvenes, en la que se cimenta la esperanza de un cambio a aceptar más de lo mismo.
El proyecto de ley 406 de 2023, por medio del cual, pretendió el oficialismo llenar de recursos a su pelele oferta presidencial y a los diputados de casi todos los bandos habidos en la Asamblea Nacional, a excepción, de jóvenes diputados independientes, los cuales, en conjunto con una población enardecida, saturada y alimentada de una valiente juventud, se encargaron de aplastar y desenmascarar a quienes, en conjunto a las organizaciones populares, gremiales, profesionales, obreras, campesinas y demás, derrotaron estrepitosamente en las calles, poblaciones y carreteras, pese a la desigualdad ante las fuerzas represivas de la Nación. Esta realidad inocultable a los ojos de los ciudadanos, pone a la sociedad a rechazar a tales candidaturas y la población a negarse a colocar en sus casas y propiedades banderas, afiches, y a recibir candidatos considerados “traidores a la patria”.
Rodó el altanero y prepotente oficialismo en el lodoso suelo de octubre y noviembre, al igual que candidatos presidenciales comprometidas con dicho proyecto minero. Dos valientes, se atrevieron a estar con las masas en las calles. A otros, no les quedó de otra que meterse el rabo entre las piernas y entender que este pueblo está decidido, porque llegaron los vientos de cambio y llegaron para quedarse. Dicha derrota cívica y popular, no solo quedará registrada en la historia, sino en el corazón de un pueblo asqueado de tantas injusticias y de ver como les roban sus riquezas, con la complicidad de firmas de abogados a los que pertenecen varios aspirantes al solio presidencial, que son meritorios de nuestro desprecio y rechazo. Les llegó su hora.
Aquel trasnochado cuento, que no existen candidaturas para poder sacar de raíz a tantos delincuentes vividores de las riquezas públicas, que no han entendido y no van a admitir, que llegar para administrar en los cargos públicos es para servir y no para servirse con el cucharón grande, es engañarse y tratar de justificar con complicidad lo que nos sucede.
Ellos, los que el pueblo llama “dipu-ratas”, que son hienas de las praderas, no se volverán vegetarianos de la noche a la mañana y tú, la familia y la sociedad, “no logrará grandes resultados votando siempre por los mismos”.
“Cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen”, es una sentencia que no requiere explicación y si mucha determinación y valor. Las esperanzas de los grandes cambios estarán en esos sectores olvidados y humillados (jóvenes, mujeres y grupos originarios), la justicia tiene su tiempo.
El autor es politólogo, diplomático y escritor