Todavía no me explico de dónde sacamos los panameños la hidalguía y la entereza con la que nos sobreponemos a tantos y tantos vejámenes y burlas de que somos objeto, especialmente en lo concerniente al tema de la Justicia. Tomemos como ejemplo reciente el actuar de la jueza primera liquidadora de causas penales, Águeda Rentería, al validar un acuerdo de pena para Mario Martinelli (hermano del expresidente), quien, ante el caudal de pruebas presentadas en su contra, en el caso del Programa de Ayuda Nacional (PAN), admitió su culpabilidad, y por esa gracia, la jueza Rentería decidió de un plumazo rebajar la condena de 10 años a 40 meses conmutables.
Como si lo anterior no fuera suficiente, la misma jueza decidió agregar una “ciruela pasa” al mismo PAN, decretando la nulidad del proceso seguido contra las 45 personas restantes acusadas de este flagrante delito de peculado por una millonaria lesión patrimonial, sobre la base de haber excedido la fiscalía el tiempo reglamentario de la investigación (Vaya apego a la ley, como diría un abogado pedante).
La última “pasita” la acaba de poner el canciller de la república, Javier Martínez-Acha, al conceder el salvoconducto, según dijo: “por razones humanitarias y para facilitar su defensa”, al condenado de la embajada de Nicaragua. En la práctica, lo sabemos todos, para que el mismo pueda escabullirse de la cárcel, por la condena de 10 años a que se hizo merecedor por su delito de lavado de dinero (Caso New Business), y así finalmente, como otros tantos, pueda escapar de la justicia panameña.
Solo hace falta ahora, que en adición a lo ya dicho y hecho, la cancillería panameña envíe una carta de disculpa y desagravio a la señora Rosario Murillo, copresidenta de Nicaragua, por los inconvenientes y sobresaltos que Panamá, al parecer, le ha causado al gobierno de su marido, debido a la ambigüedad e inconsistencia exhibidas por nuestro país con respecto al tema del otorgamiento del salvoconducto; teniendo la esperanza puesta en Dios de que ello sea suficiente, y no tengamos que llegar al extremo humillante de aceptar el chantaje propuesto abiertamente en el comunicado de la cancillería nicaragüense, dado a conocer por Murillo, para entonces acceder a concedernos el honor de recibir a Martinelli.
Debemos sentirnos agradecidos, además, de que por su parte, los abogados del condenado (perdón: asilado político) estén, de momento, tranquilos y conformes con las aclaraciones y rectificaciones de la cancillería panameña, así como con la prórroga del salvoconducto por 72 horas más, y la correspondiente aquiescencia del aludido salvoconducto, expresada por la Corte Suprema de Justicia; y qué decir de la protección y escolta de lujo, organizada y preparada con suficiente antelación por parte de la Policía Nacional, para garantizar la seguridad de su salida de la Embajada de Nicaragua, llegado el momento.
En adición a ello, y como están las cosas, por el lado del accionar de la justicia panameña, no me sorprendería para nada que la flamante Corte Suprema de Justicia (sin grupera y sin montura, como anda), decida terminar de decorar el pastel con un aberrante fallo, como corresponde a su alta investidura; declarando admisible esta vez el Principio de Especialidad en favor del asilado político, y de paso estrene así su nuevo y escandaloso aumento salarial.
De hacerse realidad este desafortunado escenario relacionado al fallo pendiente de revisión de la CSJ sobre el caso Martinelli (a saber, si es eso lo que en el fondo están esperando), entonces sí que “pariría la abuela”, y la impunidad reinaría a sus anchas en nuestro país (apaga y vámonos).
De ocurrir esto, lo segundo que haría noticia sería que mucho antes de lo previsto, ante el eventual traslado a Nicaragua del asilado, este regresaría a Panamá de inmediato, como hombre libre de pecado, para ser aclamado por la para nada despreciable cantidad de amiguitas, amigotes y manzanillos, quienes, encabezados por Camacho, de seguro eufóricos de alegría, lo recibirán cantando a coro su canción favorita: “Sigo siendo el rey”. Tristemente imagino, además, que por los lados del gobierno de Mulino, al menos su leal amigo, el canciller de la república, organizará un cóctel de bienvenida y la colocación de alfombra roja a su arribo de vuelta a suelo patrio.
Y después nos preguntamos por qué dementes como Trump no nos toman en serio y se atreven a burlarse y mentirnos descaradamente en la cara. Es una pena que el “juega vivo”, la corrupción y la impunidad se hayan apoderado de nuestro país y de nuestras instituciones democráticas, haciéndonos parecer cada vez más, ante la faz del mundo, como una caricatura de nación.
El autor es pintor y escritor.