En la compleja trama económica de Panamá, se generan debates sobre el salario mínimo y la supervivencia de las empresas. “El empresario nunca pierde” … no es así. En el período 2019-2023, según el Ministerio de Comercio e Industrias, más de 39,300 empresas cerraron en Panamá, evidenciando la fragilidad del tejido empresarial. Aumentar el salario mínimo sin considerar las consecuencias podría generar una inflación incontrolable y la búsqueda de empleo podría resultar más difícil que enfrentarse al diablo en el monte con un machete.
Los defensores de salarios mínimos más grandes pasan por alto (a propósito) las implicaciones económicas en la empresa privada. Algo tiene que quedar claro: Para que una empresa te pague un salario, debe poder obtener un retorno sobre tu trabajo mayor a lo que gasta en ti.
Pues me parece bastante lógico que, si gastas más de lo que ganas, quiebras. Y se necesita dejar en claro por qué los terraplanistas económicos (marxistas) denominan esta práctica como “robo”, y venden esta lógica como un robo.
Ojo, no estoy pasando por alto que los salarios en Panamá son relativamente bajos con respecto al nivel de precios que enfrentamos. Pero que aumentar los salarios mínimos sea la solución a este problema es más falso que el discurso político de um candidato.
En el corto plazo, se soluciona este problema que comienza a ser competitivo, como país, al ofrecer un terreno fértil para nuevas empresas y negocios. Esto, complementado con una educación de habilidades actualizadas en centros de educación superior son el combo ganador que cualquier persona quisiera degustar en un restaurante.
Para esto hay que dejar de escuchar a estas personas, que han aprovechado perfectamente el panorama político actual y la fatiga diaria de la población para echarle cuento de pajaritos preñados a las masas que están buscando salir adelante.
Pero lo que les digo yo es más difícil de digerir. Porque les estoy diciendo que debemos de trabajar más duro, con más esfuerzo y con mayor responsabilidad. Al final, de eso se trata la libertad. Y a pesar de muchos parásitos que chupan sangre de nuestros impuestos, es el único camino para vencer.
Dejemos de atacar a nuestro tejido empresarial por un discurso de odio. Entendamos que el trabajo de la empresa privada es crear valor en los mercados, debemos proporcionarles ese terreno. Así mismo también es nuestra responsabilidad saber cómo evitar que empresarios, amigos de los políticos, se aprovechen y desangren nuestros bolsillos con tratos preferenciales del gobierno.
Tenemos que entender que menos Estado nos da más responsabilidad, lo que es difícil. Pero también significa menos corrupción y nos da la oportunidad de mejorar nuestra vida, con un cambio en nuestro chip cultural del “juega vivo” y el ¿qué hay pa´mi?. Solo así las personas realmente vulnerables recibirán los beneficios que necesitan.
El autor es miembro de la Fundación Libertad.