Tapón, según la RAE, es una persona o cosa que obstruye un conducto o lugar de paso. Si ello es así, entonces debe existir algún propósito a los efectos de dicha obstrucción. En el caso de la región Este del país (Darién), considerada como el tapón, pero no se sabe de qué, cabe plantearse varias interrogantes.
Por ejemplo: ¿cuáles son los propósitos nacionales o cuáles son los beneficios que aporta el hecho de mantener la supuesta condición de obstrucción en la citada zona? Lo que sí es cierto es que dicha condición de obstrucción perjudica de manera primaria a Darién y luego al desarrollo nacional. No es el llamado, no es a quien corresponde sacrificarse en beneficio de los intereses de terceros; no es la provincia de Darién quien, a un cuarto de siglo XXI, se le mantiene y debe vivir con realidades y condiciones infrahumanas comparables solo con los siglos XVIII y XIX en cuanto a servicios públicos, incluidos vialidad, transporte, agua potable, salud y educación, cuya resultante es pobreza y triste calidad de vida.
He escuchado y leído desde largos tiempos atrás y en tiempos más cercanos un sinfín de propósitos, excusas, tristes y lamentables manifestaciones de gobernantes, disparates; también comentarios poco serios y hasta incesantes caprichos internacionales, incluido el del lunes 13 de enero de 2025, de mantener de manera permanente la región fronteriza con Colombia incomunicada a través de vialidad terrestre formal y otras adecuadas.
En ese sentido, el nuevo huésped de la Casa Blanca manifestó que es su intención y planea “cerrar el tapón del Darién”, como si fuese Estados Unidos quien mantiene fronteras con Colombia. Aquel equivocado señor parece mantener en sus manos, en su cerebro y en sí mismo la vigencia reencarnada de aquella practicada, pero no olvidada, política expansionista gringa en los territorios de América del siglo XIX y XX, bajo cualesquiera pretextos o excusas para los cuales ellos son grandes artífices y que pareciera querer continuar en pleno cuarto de siglo XXI.
No es responsabilidad de Panamá velar por la variable migratoria de la población humana en América hacia ningún otro estado del continente y mucho menos hacia aquel país norteño. A cada quien y cada cual le corresponde hacer lo propio para responder y/o afrontar el fenómeno, que sin lugar a dudas es producto del espejismo que provoca y proyecta el desarrollo de aquel territorio y sus ciudades, y que otras regiones menos afortunadas lo ven como el sitio de ubicación de la panacea a sus necesidades sentidas.
Otra interrogante que es de rigor formularse debe ser: ¿brinda a Panamá y a su proceso de desarrollo algún beneficio el hecho de mantener la región fronteriza con Colombia incomunicada y, por ende, separada de América del Sur a través de vías y medios terrestres?
Si la respuesta a tal interrogante fuese negativa, entonces todos los países de Europa y Asia hoy día estarían incomunicados entre sí por vías terrestres; sin embargo, la realidad es otra. Mientras más y mejor comunicados estén cada país en sus fronteras con el país vecino, mejor será el proceso de desarrollo, la calidad de vida y, por ende, el IDH en ellos. Este debe ser, y lo es, el gran propósito a lograr en el mundo. Panamá es un país continental, libre y soberano, con todo el derecho de decidir las formas y con quién comunica las fronteras de su territorio.
También podría decirse que no es responsabilidad de Panamá afrontar ni financiar, a través de ninguno de sus presupuestos, ni poner en riesgo su territorio y menos la salud de la población nacional, dadas las resultantes del espejismo del sueño americano producido y proyectado al mundo por las ciudades de América situadas al norte entre los paralelos 25º y 49º de latitud norte.
Las excusas gringas: en otrora decían y sustentaban que era necesario mantener la condición de inaccesibilidad en tal región (Tapón del Darién) bajo excusas o pretextos creados por el gobierno del país del norte, los gringos. Así esgrimieron planteamientos como los siguientes: mantener la seguridad pecuaria nacional y hacia el resto norte del continente, a fin de detener la fiebre aftosa (hoy, en toda América, no la hay); aquello casi quedó en mito. También se dijo que era para detener el avance de la abeja africanizada (crearon un mundo de terror innecesario a través de las pantallas; la abeja ya está en todo el mundo y continuamos consumiendo sabrosa y saludable miel de abejas). Después dijeron que era para controlar, evitar o detener el paso o trasiego de la droga proveniente de Sudamérica; resulta que esta pasa por todos lados, de mil formas y maneras, y directo a Estados Unidos con visado.
Finalmente, hoy es para detener el éxodo masivo mundial con destino a todos los países del hemisferio norteamericano, especialmente Estados Unidos, como si todo se originase en la frontera entre Panamá y Colombia. Pero el flujo poblacional continúa imparable.
Parangón: cuando se tiene un hueco en el techo y cae la clásica y molestosa gotera, para solucionar la situación no se trata de poner un tapón por dentro o por fuera, sino saber primero dónde se inicia la filtración, qué la produce, a qué áreas afecta, para entonces brindar las soluciones más adecuadas y permanentes. Darién y la frontera patria en aquel lugar no son quienes producen el éxodo masivo, ni tampoco el sitio adecuado para controlarlo, así como tampoco se trata de poner un tapón que obstruya, porque no se trata de algo que se pueda detener con el simple mecanismo de un pedazo de corcho.
El autor es abogado y urbanista.