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El vagón

Nuestro hijo mayor (I. Roberto Eisenmann III) ) nos invitó a asistir a un evento que se llevaría a cabo en un gran depósito en Panamá Pacífico. Se trataba de una ceremonia muy especial: se iba a presentar ante un selecto grupo “el vagón” llegado a Panamá desde Alemania, el cual será ubicado en un lugar especial del edificio “Tolerancia” del Museo de la Libertad y de los Derechos Humanos, en Amador.

Todos hemos visto películas del horroroso holocausto, en el que los nazis metieron –por días y semanas– a millones de judíos en vagones de carga sin ventilación, agua ni comida, camino a campos de concentración, con destino final las cámaras de gas. Siempre nos impactó sobremanera –y permanentemente– semejante atrocidad. Pero estar en presencia física de uno de esos vagones... es otra cosa. Al verlo, se produce un golpe masivo al alma, mientras se escuchan nombres y edades de algunos de los que vivieron el horror en ese vagón: padres, madres, niños , abuelos... ¡Es indescriptible!

Me faltó la respiración, con lágrimas en los ojos. Pero a la vez, ¡me estremecí de rabia! Ya que por mis venas corre, orgullosamente, sangre judía.

Víctimas, ¡nunca más! Valientes luchadores, creadores de nación, ¡sí!

Un grupo de 15 mujeres judías unidas en la Fundación Emet, presidida por Dalia Perelis de Gateño, armó una agenda sobria, pero profundamente emocional y participativa.

Entre los que hablaron, le tocó a mi hijo relatar el largo camino de negativas actitudes con que se encontró hasta que ubicó el vagón y se montó en un avión rumbo a Hamburgo, Alemania. Logró que se lo vendieran sin alterarlo; luego lo compró. Eentonces, estuvo la odisea del embarque (pesa toneladas), hasta finalmente su llegada a Panamá y su ubicación temporal en un depósito en Panamá Pacífico, a la espera de su ubicación final en el museo, en un pabellón especial cuyo diseño ha sido donado por el arquitecto Ignacio Mallol.

Fue una tarde de profundas emociones sobre la mayor tragedia humanitaria de nunca olvidar, para que jamás vuelva a repetirse semejante barbarie. Luchemos para que en el futuro del mundo, y sobre todo en nuestro querido Panamá, jamás se llegue a extremos horribles, sean éstos políticos, ideológicos o humanitarios (hay ejemplos muy cercanos y guerras recién iniciadas).

Viviendo ese choque de emociones se impuso en nosotros dos el enorme orgullo por la acción persistente de nuestro hijo Roberto, al haber logrado – junto a muchos otros – el Museo de la Libertad y de la Democracia. Esperamos que ahora , con esta impactante exposición del vagón, se selle en nuestras almas un nunca más a la intolerancia, ¡sea cual fuere!

P.D.: Si desea - como ya hicimos nosotros junto a casi una docena más de los presentes ese día–, puede ser donante para esta exposición, en nombre de su familia o en memoria de alguno de sus antepasados. La donación sería a nombre de Fundación Emet, indicando a nombre de quién la hace para que ese nombre aparezca como donante.

¡No pierda la oportunidad de ser parte activa en este “nunca más”!

El autor es presidente fundador del diario La Prensa


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