El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una fecha que nos invita a reflexionar sobre los avances logrados en materia de derechos, pero también sobre los desafíos que aún enfrentamos en muchas partes del mundo. Como mujer musulmana, me resulta crucial hablar sobre la verdadera posición de la mujer en el islam, especialmente cuando persisten muchos mitos y malentendidos sobre nuestra fe y su visión del género femenino.
Los derechos de la mujer: una concesión del islam desde sus inicios
A lo largo de la historia, el siglo XX fue un punto de inflexión para la lucha de las mujeres en Occidente, donde se lograron derechos fundamentales como el voto, el acceso a la educación, la independencia económica y la igualdad ante la ley. Sin embargo, lo que muchas personas desconocen es que estos derechos ya habían sido otorgados por el islam a las mujeres desde el siglo VII.
Desde sus inicios, el islam estableció normas que garantizaban a la mujer derechos que en muchas otras sociedades fueron negados por siglos:
El derecho a la educación: El profeta Muhammad enfatizó que la búsqueda del conocimiento es una obligación para todo musulmán, hombre o mujer. Aisha, una de sus esposas, se convirtió en una de las más grandes eruditas de su época, enseñando a hombres y mujeres por igual.
El derecho a la propiedad y al trabajo: En una época en la que muchas mujeres eran tratadas como bienes de sus esposos, el islam garantizó su derecho a poseer, administrar y heredar bienes. Jadiya, la primera esposa del Profeta, fue una exitosa comerciante y un ejemplo de independencia económica.
El derecho al matrimonio con consentimiento: El islam prohíbe categóricamente los matrimonios forzados y garantiza el derecho de la mujer a elegir a su pareja, a divorciarse y a volver a casarse si así lo desea.
A pesar de estas enseñanzas, es lamentable que en algunas sociedades musulmanas se haya distorsionado este mensaje y se haya vuelto a prácticas culturales preislámicas que oprimen a la mujer en nombre de la religión.
El velo y la libertad de elección
Uno de los temas más debatidos sobre la mujer en el islam es el uso del velo. En algunos países, se ha convertido en una imposición, mientras que en otros se prohíbe su uso, convirtiéndolo en un símbolo de controversia. Sin embargo, el islam establece claramente que la fe no puede ser forzada. El uso del hiyab es un acto de devoción y debe ser una decisión personal.
El Corán establece que el recato es un valor tanto para hombres como para mujeres, y el velo es una manifestación de esa modestia. No obstante, ningún hombre tiene derecho a imponerlo ni a castigarnos por no usarlo, pues la verdadera fe nace del corazón y no de la coacción.
La verdadera enseñanza islámica sobre la mujer
Existen sociedades que, en nombre del islam, restringen a las mujeres el acceso a la educación, les niegan el derecho a la autodeterminación o las relegan a un papel secundario. Pero estas prácticas no representan el verdadero islam, sino una interpretación errónea influenciada por tradiciones patriarcales ajenas a la esencia de nuestra fe.
El profeta Muhammad elevó el estatus de la mujer de una manera revolucionaria para su tiempo, afirmando que “el paraíso yace bajo los pies de las madres” y que “el mejor entre ustedes es aquel que mejor trata a su esposa”. Estos principios son la base del respeto y la dignidad que el islam otorga a la mujer.
Rompiendo los prejuicios y construyendo el futuro
En la actualidad, las mujeres musulmanas seguimos enfrentando desafíos tanto dentro como fuera de nuestras comunidades. Por un lado, luchamos contra la tergiversación de nuestra fe que nos priva de derechos que el islam ya nos otorgó. Por otro, enfrentamos prejuicios y discriminación en sociedades donde se nos percibe como oprimidas por nuestra religión.
Es nuestro deber seguir educando y rompiendo los estereotipos, demostrando con hechos que el islam no solo reconoce la igualdad de la mujer, sino que la eleva como un pilar fundamental de la sociedad.
Recordemos que la verdadera lucha no es solo por nuestros derechos, sino por el derecho de cada mujer en el mundo a vivir con dignidad, respeto y libertad, sin importar su origen, religión o cultura.
La autora es presidenta de las mujeres de la Comunidad Musulmana Ahmadía de Panamá.