No existe absurdo más grave y más costoso para un país con una gran crisis de empleos, que mantener el “estado de emergencia”, por el simple capricho de no querer renunciar al control que se tiene sobre su población.
Los economistas –todos– parecen coincidir en que no es una crisis económica la que vivimos, sino una crisis de empleo, que a su vez produce la crisis económica.
El gobierno, concentrado en repetir y a la vez forzar la candidatura del ministro más cuestionado y más inepto, encontró una gran solución que se ajusta a sus mezquinos intereses: dar más y más empleos sin funciones (15,000 en los últimos tres meses), pensando seguir comprando votos para el PRD, seguramente con una “participación” de cada salario para quien lo logra. O sea, trampa y más trampa sin resolver nada. En épocas pasadas se creaban empleos “de emergencia”, tapando huecos en las calles, limpiando montes que se comen las carreteras, recogiendo basura, haciendo aceras, pero los de éste gobierno, no; lo de ellos son botellas, simples y puras.
Ahora, nuestro país sí vive emergencias, pero no son para declararlas, sino para esconderlas y avergonzarnos.
Vivimos una emergencia de corrupción desatada para mover las ruedas de cualquier oficina de este gobierno. La respuesta a todo es ‘esto es de Benicio o de Carrizo o del Pancho’…y todo el mundo entiende lo que eso significa.
Vivimos una emergencia de ineptitud de gobierno a todos los niveles. ¡No logran hacer nada, nada bien! (Excepción hecha de montarse sobre un histórico “programa de vacunación”). Dicen que el turismo es la más grande fuente de empleos rápidos y a todos los niveles socioeconómicos, pero tienen al aeropuerto más impresionante de América medio cerrado y la parte que sí está abierta tiene el aire acondicionado dañado. Somos el único país que sigue anunciándose “en emergencia” y exigiendo lo que casi ningún otro país ya exige y ahora –además– la ineptitud oficial nos tiene toda la ciudad ahogada en basura (otro negativo eficaz para paralizar la industria del turismo). Resolver hoy el problema de la basura solo debe requerir una llamada del presidente de la República y una persona –una sola– que sepa ejecutar un asunto mecánico. ¡No es ciencia nuclear!
Vivimos una emergencia de corrupción desatada para mover las ruedas de cualquier oficina de este gobierno. La respuesta a todo es “esto es de Benicio o de Carrizo o del Pancho”…y todo el mundo entiende lo que eso significa. Lo demás es parálisis o dar un pasito –mal hecho– para que se vuelva a paralizar.
Y no es que los panameños seamos así. Hay ejemplos radicalmente distintos.
Por ejemplo, la Autoridad de Pasaportes es de una eficiencia espectacular. Allí no hay necesidad de “palanca”. Uno entra, hay un proceso eficiente, se cumplen los pasos –uno por uno– y al día siguiente recoges tu pasaporte automáticamente.
Lo más impactante es que tiene como cuatro gobiernos de estar así. Ningún “nuevo” director cambió todo para mal porque “es del gobierno anterior”... O sea, lo bueno ha tenido continuidad.
Por supuesto está la ACP, que maneja el Canal. Todos son panameñitos vida mía. Cierto es que lo recibimos con una cultura anglosajona de eficacia, pero la supimos, no solo mantener, sino en muchos sentidos, mejorar.
La ACP es una entidad autónoma “del Estado panameño”. ¿Por qué no hemos aprovechado para pasar su modelo de organización al resto del Estado? ¿Que si la ACP no es perfecta, que si su manejo laboral ha sido acremente criticado por mí? Claro, porque no hay organización humana perfecta. Todo está sujeto a perfeccionarse, pero de allí a no poder recoger la basura, no poder reparar un aire acondicionado del lugar que es la primera impresión que se lleva el turista que ingresa al país, y de mantener una “emergencia” por capricho, hay un larguísimo trecho.
¡Emergencias sí que las tenemos, pero no son de salud sino de crasa ineptitud y corrupción rampante de nuestro gobierno!
El autor es presidente fundador del diario La Prensa

