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Empresario… ¿u hombre de negocios?

Cuando tengo que llenar cualquier formulario, y afronto la pregunta “profesión”, siempre contesto “empresario”. Una lógica repregunta sería ¿empresario de qué?. No importa (en mi caso, (que odio usar de ejemplo) he sido empresario de almacenes de ropa de alta calidad (Danté) y como tal creamos una nueva arteria comercial (Calle 50) al convertir una mansión residencial ubicada en un sector aún no desarrollado para ese uso en un exitoso almacén de lujo con un servicio ultra personalizado (modelo que desafortunadamente no existe ya). Creamos un sistema de empresa participativa en que los empleados se convirtieron en asociados/accionistas y directores, y a quienes - luego de pagarle a los accionistas y de un “sueldo” razonable al capital (según intereses bancarios del año)- se repartían las demás utilidades 50/50 entre accionistas y asociados (que también eran accionistas). También he sido empresario de la banca, habiendo participado en la creación del Banco Continental (primer Banco “joint-venture” con un Banco internacional (Wells Fargo). Del Banco Inmobiliario, primer banco de bancos privados dedicados a ofrecer hipotecas a la clase media (ambos hoy parte del Banco General). Creamos el Banco de Microcrédito Mi Banco, hoy día Mi Financiera. Fui también empresario del periodismo legítimamente independiente (La Prensa), dedicado a recobrar la libertad y la democracia, y a defenderla una vez lograda con mil pequeños accionistas, incluyendo a los empleados/asociados. Continuamos con la creación de nuestro padre, Bob, en Coronado, la primera urbanización recreacional y fuente de desarrollo de toda la rivera pacífica….y sigue un largo etcétera.

El decir “empresario” es, como lo escribió el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, “el que promueve, el que estimula, el que emprende cosas nuevas y necesarias para su país…y su gente. Es un ser creador y participativo, el que identifica una necesidad en su país, motiva a una cantidad de gente…y en equipo rompe barreras y crea empresas para beneficio del país”.

“Hombre de negocios” es otra cosa totalmente distinta. Ese es un ser que se prepara para administrar cosas o empresas ya hechas, y su interés primario es lograr mayores utilidades (cosa que no es nada diabólico porque sin utilidades no puede existir empresa). Mayormente son estos los que tienden a participar en el poder político, invirtiendo dinero para “defender el negocio”. Típicamente para estos el bien común es para que se preocupen otros; pues para ellos, igual funcionan en democracia que en dictadura. Es más, están más cómodos con los que ejercen un poder absoluto porque todo es más nítido y menos caótico. Y los muertos, presos y exiliados son “esos torpes, que ¡se la buscaron!”. Estos hombres de negocios se quejan de la corrupción, pero desde la coimita al policía… a la coima al inspector... a la super coima al político, dicen “hay que ser pragmático”, “no se puede hacer negocio si no pagas”. Mi respuesta inmediata: ¡falso!

Ahora bien: ¿qué tiene que ver este artículo con el hoy del país? Tiene mucha importancia porque nuestro país se ha convertido en una cleptocracia y por este mismo hecho está a la orilla del barranco. Está en peligro de perderse. Hoy en día – además de Cuba - hay dos países en nuestro continente que también están “perdidos”: Venezuela (que fue el país más rico hasta que se derrumbó) y Nicaragua (en dónde uno de los combatientes contra la dictadura somocista se ha vuelto más sanguinario que Somoza).

En ambos casos los “hombres de negocios” son tremendamente responsables de lo que ocurre. En Nicaragua se apegaron al dictador Somoza y luego hicieron lo mismo con Ortega y su brujita. “Si me deja quieto mi negocio, no hay problema”... hasta que los metió en la cárcel por casi 2 años, luego los expatrió en masa y les “quitó la nacionalidad”. ¡Ignorantes!

En Venezuela, la corrupción también la convirtió en cleptocracia. Casi todos los hombres de negocios se sentían seguros y tranquilos pagando, teniendo cada uno “su coronel” que les arreglaba todo, hasta que ¡boom!, se acabó el país y todos tuvieron que salir a un exilio doloroso y desdichado.

De vuelta a Panamá, los ejemplos cercanos sobran. Aquí los “hombres de negocios” dan platita a todos los candidatos para cubrir todas las bases, gane quien gane, pero para meterse de verdad dicen “pruébame que tienes posibilidad de ganar”. No importa que seas parte responsable de la cleptocracia. Eso los tiene sin cuidado. “Ese no es problema mío”, dicen. ¡Qué ceguera! ¡Abandonen el título de “hombres de negocios” y conviértanse en “empresarios”! Empresarios creadores de empresas y democracia. Legítimos empresarios contra la corrupción. Empresarios a favor de un cambio radical contra la cleptocracia. Empresarios centinelas de la decencia en la política. Las opciones jóvenes y nuevas existen y merecen que las estudien con motivación de patria, de amor por nuestra tierra y por el futuro de nuestros hijos, nietos y, en mi caso, bisnietos.

No existe mejor país para vivir que nuestro Panamá. Hombres de negocios: ¡entierren su raíz en su tierra y ayuden a salvarla, antes de que sea tarde!

El autor es fundador del diario La Prensa


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