El 20 de mayo, el juez federal de Nueva York Raymond Dearie dictará la sentencia de los hermanos Ricardo Alberto (Rica) y Luis Enrique Martinelli Linares por haber conspirado para lavar más de $28 millones en coimas de Odebrecht durante el gobierno de su padre, Ricardo Martinelli. De acuerdo a la gravedad del delito confesado, la sentencia puede ser de 8 a 12 años de prisión en los Estados Unidos. Los hermanos Martinelli escogieron su camino, ahora su futuro está en manos del juez.
En un escrito publicado ayer, donde Rica solicita que lo dejen libre por haber cumplido ya dos años preso, relata aspectos de su vida que impactaron su decisión de conspirar para lavar más de $28 millones en coimas de Odebrecht durante el gobierno de Ricardo Martinelli.
Si bien al leerlo cada cual se formará un criterio sobre si su experiencia de vida aligera el peso de la culpa que ya asumió, lo cierto es que señala a su padre como el principal responsable y a su madre como su cómplice.
Seguramente, si nuestro sistema judicial fuera tan certero como el de los Estados Unidos, sus acciones no hubieran sido las mismas y hoy no estaría encerrado en una pequeña celda en Brooklyn, recibiendo el sol solo 10 minutos cada dos días. Lamentablemente para ellos, nunca contemplaron la posibilidad de que el brazo de la justicia estadounidense los alcanzaría.
Por otro lado en Panamá, el principal responsable hace videos amenazando al presidente de Guatemala para que le regrese el avión que le secuestraron desde el año pasado. Un avión que no usará para salir del país puesto que sabe que, poniendo un pie fuera de Panamá, su destino no sería muy distinto.
El problema lo tenemos nosotros. Con un sistema judicial que ha probado ser selectivo, lento y poco contundente para los crímenes de corrupción y narcotráfico. Un sistema político, lleno de cómplices, incluso desde el propio Tribunal Electoral. Una Asamblea con diputados corruptos enquistados en el poder, manejando los partidos políticos y con vínculos cada vez más evidentes con el narcotráfico. Un gobierno que parece haber tirado la toalla al admitir que no tienen capital político. Los ciudadanos vemos cómo se deteriora el país en manos de personajes que deberían acompañar a los hermanos Martinelli en esa celda.
Pero no todo está perdido. En este panorama oscuro que nos envuelve, surgen algunas figuras que buscan cambiar esta realidad: jueces, fiscales, procuradores y magistrados que luchan contra la corrupción del sistema. Nos toca a nosotros expresarles nuestro apoyo, en sus manos está nuestro futuro.
La autora es miembro de Movin y conductora de Sal y Pimienta