La campaña electoral ha dado inicio en un ambiente que me ha hecho recordar aquellas populares peleas de lucha libre, en la que uno de los bandos -los rudos- jugaba sucio permanentemente, echando mano de trucos, golpes bajos y toda clase de artimañas para lograr el triunfo sobre su contrincante, un luchador del grupo de los técnicos. Éstos, según la coreografía preparada para el público, respetaban siempre las reglas del combate, actuando con lealtad y decencia. Había mucho de espectáculo por supuesto, pero el mensaje era que se trataba de una lucha entre buenos y malos.
Estos primeros días de la campaña electoral han sido suficiente para tener claro que no hay ni habrá reglas electorales, ni pacto ético electoral, ni Comité de Ética del Consejo Nacional de Periodismo, ni administración de justicia, ni miedo al infierno que pueda detener a los rudos de la política local. La cajita de trucos sucios con la que transitan impunes parece inagotable.
Y no se trata solo de trucos ejecutados por las hoy muy populares cuentas anónimas, sino también el descaro con el que algunos candidatos violan las restricciones de la ley electoral, mientras sonríen a la cámara. “Esto no es clientelismo, es bondad”, afirma con total desfachatez el multifacético diputado oficialista Raúl Pineda, en relación a su constante entrega de regalos a la gente de su circuito, y ante la total pasividad de las autoridades electorales. ¿Cómo financia tanta generosidad? Bueno, ya se sabe lo que sucede cuando se pertenece al partido en el gobierno: las oportunidades de negocios abundan.
También están en esta lucha de duros contra técnicos aquellos que se benefician de los absurdos de la legislación electoral. Es el caso de la diputada Zulay Rodríguez, que sigue siendo miembro del PRD pero también es candidata a la Presidencia por la vía independiente. Además, busca la reelección como diputada y está también compitiendo para alcalde de San Miguelito. Todo con la bendición del Código Electoral.
Como resultado de su triple candidatura, la diputada que lideró aquella campaña “Te van a quitar tu casa”, basada en mentiras y en miedo -un perfecto ejemplo de los tiempos de hechos alternativos que vivimos-, tendrá dinero a raudales para su campaña; un dinero salido directamente de nuestros impuestos. Es evidente que nuestro sistema electoral hace aguas y éste es el mejor ejemplo de ello.
Volviendo a los rudos en el campo de la información, estos días una cuenta que nació para desenmascarar a los malos, por esas ironías de la vida ha pasado justamente a manos de esos malos. En consecuencia, ahora se esta utilizando para atacar a Raimundo y todo el mundo, sin que los afectados sepan dónde encontrar a los responsables de tales publicaciones. En realidad, fueron otros los que abrieron esa caja de Pandora, donde ahora se mueve a sus anchas toda esa pestilencia.
El periodismo tiene sus reglas y algunos han pensado que todo vale si el objetivo es bueno, olvidando que los medios no son independientes de los fines. Tal como lo dijera tan poéticamente Gandhi, “Los medios son como la semilla; el fin es como el árbol. Entre el fin y los medios existe la misma conexión inviolable que existe entre el árbol y la semilla”.
Ahora, sumidos en esta campaña de mentiras, medias verdades, descalificaciones, alusiones a la vida privada de los candidatos sin importar el daño que hacen, es cada vez más difícil tener la serenidad necesaria para encontrar la verdad, verificar los hechos, encontrar las inconsistencias, las incoherencias. No queda tiempo porque mientras pensamos en un tema, llega otro que vuelve a sumirnos en el torbellino de datos que nos es imposible verificar.
Todo está hoy sujeto a sospecha y la confianza ciudadana se desmorona.
Tal como afirma un editorial de un grupo de aguerridos periodistas peruanos que estos días enfrenta la mentira con vigor y honestidad, “la desinformación busca introducir el veneno de la mentira dentro del flujo de información percibida como digna de crédito. Igual que con el dinero falsificado, se trata de presentar lo falso como auténtico a través del camuflaje y la penetración subrepticia de la mentira”. Exacto.
Un actor central de este terrible escenario es, obviamente, el expresidente Ricardo Martinelli que, imitando al lobo del cuento de La Caperucita Roja, intenta que creamos que se trata en realidad de la frágil abuelita, y que esos dientes grandes que tiene no son para comernos mejor.
Este es el escenario donde nos jugamos nuestra democracia; un escenario al que llegamos expuestos, vulnerables, aturdidos. Y aunque las autoridades no lo reconozcan, no es un torneo electoral justo, porque las reglas no son justas.
Enfrentamos una lucha en la que los rudos son especialmente fuertes porque el sistema los hace fuertes; gritan más duro, juegan sucio, tienen mucho dinero para comprar consciencias y voluntades. El enfrentamiento es, no hay duda, a máscara contra cabellera, y habrá que ser fuertes, valientes y decididos a desenmascarar a esos rudos que pululan impunemente destruyendo las reglas de la convivencia democrática. Ese es el reto.
La autora es presidenta de la Fundación Libertad Ciudadana, TI Panamá.
