En el marco del Día Internacional de la Mujer es importante recordar el por qué de la lucha de las mujeres por una sociedad más equitativa. La inequidad de género se ve reflejada en múltiples esferas, incluso en la investigación. Hasta hace poco la mayoría de los participantes en estudios clínicos eran hombres.
Los tratamientos, criterios diagnósticos y estudio de los síntomas han estado basados primordialmente en animales de laboratorio machos y participantes hombres, lo cual ha generado un conocimiento limitado sobre la manifestación de diferentes enfermedades en las mujeres. Por ejemplo, los infartos cardiacos tienen síntomas distintos en mujeres y hombres, y hay fármacos que generan diferentes efectos secundarios afectando la salud de la mujer debido a que no fueron investigados apropiadamente.
Históricamente se pensaba que los cuerpos de las mujeres y los hombres no tenían diferencias fundamentales más allá del tamaño, peso y órganos reproductores. Además, se dejó de incluir mujeres en edad fértil en los estudios por los riesgos que esto suponía. Estos motivos se usaban como excusa para excluir a las mujeres de los estudios. Sin embargo, la diversidad y heterogeneidad de la especie humana requiere incluir poblaciones diversas en investigación para poder obtener mejores resultados. De igual modo, los estudios preclínicos deben incluir animales de ambos sexos.
En 1993, la Dra. Bernadine Healy se convirtió en la primera directora del NIH (Institutos Nacionales de la Salud, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos y creó la Iniciativa por la Salud de la Mujer. Así, la inclusión de mujeres y minorías en investigación clínica se convirtió en una ley que estipulaba que los ensayos clínicos debían velar por la representación de ambas. Esto ha permitido establecer, por ejemplo, que el estrógeno funciona como un factor de protección en diversas condiciones y tiene grandes efectos en la salud.
La integración de las mujeres como participantes en estudios clínicos es crucial para lograr un mejor avance en la medicina funcional, pues permitirá identificar los mecanismos que subyacen a diversas condiciones de salud. Un entendimiento mayor y mejor de la salud humana llevará consigo una cultura de prevención y tratamiento eficaces, y facilitará mejores políticas y resultados en salud pública.
Las autoras son integrantes del Centro de Neurociencias de INDICASAT-AIP y Ciencia en Panamá