Seguramente no tienen la menor idea de a quien me voy a referir con el título de hoy. O de repente si... Pero desde el 20 de enero, que comenzó esta aventura global llamada Trump 2.0, he recibido esa frase en grupos de Whatsapp diecisiete veces, provenientes de diferentes personas, sin relación entre sí, y todas en referencia al mismo personaje. Aunque muchos sospechábamos que lo que veríamos era completamente distinto a lo que uno está acostumbrado a ver por parte del gobierno de Estados Unidos, me da la impresión que no teníamos la menor idea de la magnitud del despelote que armarían.
Desde el primer minuto, la Oficina Oval, se convirtió en una fábrica de órdenes sin control alguno. En los menos de dos meses que han pasado, Trump ha firmado cerca de cien decretos ejecutivos que van desde temas tan irrelevantes como volver al uso de carrizos de plástico en lugar del uso de materiales biodegradables, hasta la deportación de inmigrantes, y el despido de miles de empleados federales a través del “Departamento de Eficiencia Gubernamental” o DOGE por sus siglas en inglés.
Este departamento, se lo entregó a Elon Musk, quien ha resultado ser una especie de villano de James Bond. Un tipo multimillonario, innovador, y que un día se levantó con ganas de apoderarse del mundo. A diferencia de Ernst Stavros Bloffeld, no se acompaña a todos lados de un gato de angora blanco, sino de su hijo de cuatro años llamado X Æ A-Xii (de cariño “X”), y que muchos lo consideran una especia de escudo humano. Su función, es encargarse de reducir drásticamente la planilla de secciones completas del gobierno, tan importantes como los encargados de verificar la seguridad de las instalaciones nucleares, los guardabosques de los Parques Nacionales (que entre otras cosas evitan incendios), los inspectores de impuestos, los encargados de vigilancia epidemiológica del CDC, la administración atmosférica y oceánica y funcionarios del departamento de veteranos. Para esto, se ha rodeado de un grupo muchachos sin experiencia, y sin ningún tipo de verificación de seguridad, mientras ha solicitado que tengan acceso a información confidencial de quienes viven en Estados Unidos.
Todo esto, además de las decisiones sobre inmigración, deportaciones masivas, la intención de recuperar el Canal de Panamá, anexar Groenlandia a Estados Unidos, convertir a Canadá en un estado de la Unión Americana, eliminar cualquier referencia a programas de Diversidad, Igualdad e Inclusión (DEI en inglés), suspender el financiamiento de la Oficina de Ayuda de Estados Unidos o USAID y sugerir que hay que sacar a todos los palestinos de Gaza, para que él pueda hacer allí un complejo turístico donde se pueda disfrutar de las playas y los hoteles que él construirá.
Como consecuencia de todas estas locuras, han prohibido un montón de términos, que no pueden ser usados en documentos e instituciones gubernamentales, por considerarlos ofensivos a la agenda claramente machista y discriminadora de Trump y sus Magamaniáticos. Así, entre los marcados como “woke” están todos los documentos que se refieren al avión desde el cual se lanzó la bomba atómica, porque se llama Enola Gay. En fin...
A todo esto, hay que sumarle que Donald Trump es un mentiroso descarado. Inventa datos, cifras y conspiraciones con una facilidad propia de un niño de cinco años. Así, dice que en Panamá murieron 38,000 americanos en la construcción del canal (cuando realmente murieron alrededor de 350), que el canal costó un trillón de dólares, cuando costó el equivalente a diez billones actuales o que el canal lo maneja el Partido Comunista Chino. Pero las mentiras no solo son referentes a Panamá. Ha dicho que Estados Unidos ha aportado 350 billones de dólares a Ukrania (cuando en realidad son 119 billones), que Europa ha aportado mucho menos (cuando han aportado más de 200 billones), que en Estados Unidos se siguen pagando “millones y millones de dólares” en jubilación a personas muertas que en este momento tendrían más de 130 años, y otra colección de disparates que, si los enumeráramos todos, pasaríamos días escribiendo.
Lo que parece ser el principal problema de todo esto, no es solo el narcisismo infinito de Trump, y su colección de mentiras, sino el olímpico desprecio que muestra hacia la institucionalidad y las leyes. El mejor ejemplo es la utilización de la fotografía que le tomaron cuando fue llevado a juicio por una colección de delitos de todo tipo, como su imagen oficial a ser usada durante estos cinco años. Luego, ha nombrado en cargos realmente importantes, a las personas menos aptas para cumplir con los deberes de cada cargo. Nombró como Secretario de Defensa a un presentador de televisión, que dice que las mujeres no deben participar en acciones de combate, y que despidió a tres de los militares de más alto rango en el Ejercito, la Marina y la Fuerza Aérea, aduciendo argumentos como que uno de ellos llegó a ese cargo “no por méritos, sino por ser negro”. Como secretario de comercio nombró a un genio que dice que, para los cálculos de las finanzas del país, no se deben incluir los gastos en que incurre el gobierno y de secretaria de educación nombró a una señora, cuyo mérito ha sido ser empresaria de Lucha Libre.
Pero donde parece haberse ensañado con verdadera inquina es con la comunidad científica y de salud. Para comenzar, ha nombrado de secretario de Salud al epítome de la anticiencia. Un conspiracionista antivacunas, que desprecia el método científico y la investigación proponiendo todo tipo de remedios alternativos sin evidencia alguna. Además, saca a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, lo que además de representar un serio golpe al financiamiento de la institución, separa a los expertos de su país de las discusiones sobre epidemias, brotes y peligros de salud con alcance global y ha retirado el financiamiento de muchos programas de investigación en enfermedades como Cáncer, VIH, Alzheimer, malaria y preparación contra pandemias.
Y, como si todo esto fuera poco, la semana pasada dieron una demostración de lo que son capaces. En una exhibición de la peor ralea, se juntó con su mascota J.D.Vance, para hacerle una despreciable encerrona en la Casa Blanca al presidente de Ukrania a quien llevaron para firmar un acuerdo sobre minerales ukranianos, que se definiría en cualquier diccionario como una extorsión. Pero, no contaron con que Zelensky iba a salirles respondón y que los enfrentaría directamente ante sus ataques que estaban claramente alineados con la agenda de Putin en la guerra. Zelensky se fue sin firmar el tratado extorsionista, dejando claro que la solución de la guerra no podrá apoyarse en Estados Unidos. Europa, con todo y sus dificultades, ha decidido tomar el testigo, y tratar de solucionar un problema, que está pasando al lado de sus fronteras y no a miles de kilómetros de distancia como es el caso de Estados Unidos.
Con todo esto en menos de sesenta días, son muchas las cosas que deben preocuparnos. Se está generando una inestabilidad geopolítica y económica que quien sabe qué consecuencias traiga a largo plazo, y qué cambios genere. Mientras, para resumir todo esto, cabe bien la repetitiva descripción de todo esto: “Este tipo ‘ta bien ponchi”...
El autor es médico cardiólogo.

