A medida que los hombres han ido involucrándose en las transacciones de sus actividades comerciales, académicas, económicas y de todo tipo de compromisos mutuos para vivir mejor, ha surgido entre ellos la ineludible observancia de reglas de comportamiento moral que hace que sus operaciones e interrelaciones sean más confiables, seguras, prósperas y provechosas.
Introducirse en la actualidad moral y ética de nuestro tiempo conlleva el cuidado de tener que caminar sobre hielo muy delgado, porque pareciera como que el mundo de hoy está casi todo patinando sobre una laguna donde la superficie, en algunas partes, es de hielo grueso, y en otras, de hielo muy frágil. En las familias, por ejemplo, ¿se dan cuenta los esposos cuando se faltan mutuamente?, ¿se da cuenta el padre cuando falta a sus hijos?, ¿se da cuenta esa familia cuando falta a Dios y a la sociedad? ¿Sabe diferenciar con justo análisis y ecuánime discernimiento la cabeza de la familia entre lo que es correcto hacer y no hacer en beneficio o detrimento de los suyos?
Quien esté en el campo de batalla profesional luchando por obtener el sustento de su casa, aducirá que se trata de su familia o la de su competidor, y que en el escabroso encuentro profesional habrá que aplicar la filosofía de muchos hombres comunes, simples y rudimentarios del “da que vienen dando”. ¿Justificase “el dar” solo porque te “vienen dando”? ¿Queremos decir con esto que tenemos que ser malos, inmorales y faltar a la ética solo porque los demás faltan?
Yo recuerdo que cuando era niño veía en la contraportada de mis cuadernos, el dibujo de dos burros amarrados por el pescuezo, tratando de comer sendos bultos de alfalfa tirando cada uno en dirección opuesta, porque la alfalfa yacía en extremos opuestos. Cuando ambos meditaron un poco, se dieron cuenta que entre ambos podían comer esa alfalfa si se unían en la misma dirección, en vez de estrangularse cada uno tirando por su lado.
El egoísmo forma parte de la naturaleza humana del hombre. La mezquindad es parte de su ser, pero el hombre está conformado por su parte animal y por su parte espiritual. Nace el hombre con la disposición física para subsistir, para poder buscarse el sustento, para defenderse de la intemperie y para prevalecer en un ambiente hostil. Pero ese hombre también posee espíritu, posee energía etérea, invisible, que es su alma. Esa combinación de la materia con el espíritu, equilibra la conducta de los hombres cuando aprenden lo bueno y lo malo, y cuando se educan para distinguir entre lo que está bien y lo que está mal. Según hayan sido educados en diferenciar entre lo que se debe hacer y entre lo que no se debe hacer, el hombre habrá logrado su sitial en la sociedad, que puede ser una ubicación en la oscuridad de la vileza o bajo la esplendorosa luz de la dignidad.
El autor es abogado y consultor de seguros.
