Durante más de 160 años se ha gestado un debate entre la teoría darwiniana y la fe. En Panamá, este enfrentamiento parece existir de manera silenciosa. En otros países se discute intensamente en tribunales y foros públicos. No obstante, en nuestras universidades, se aborda superficialmente y en las escuelas suele predominar una visión influenciada por convicciones religiosas.
Los medios de comunicación apenas abordan este diálogo. Por ejemplo, los principales canales de televisión nacional dedican escaso tiempo a temas científicos, y cuando lo hacen, la cobertura se limita a breves segmentos o menciones superficiales sin el rigor que merece. ¡Qué interesante sería ver documentales científicos en la televisión nacional con más frecuencia! Por otro lado, en redes sociales, acceder a esta información dependerá mucho de los intereses personales de cada individuo.
Lamentablemente los debates en estos medios terminan en conflictos y se destacan por los insultos y burlas. Estos hechos merman la calidad de la información e impiden al público acceder a una visión integral que contemple tanto las evidencias científicas como las diversas posturas religiosas.
Un ejemplo notable de divulgación científica es el Biomuseo, cuya exposición sobre el gran intercambio biótico en el istmo ilustra de forma didáctica cómo se manifiestan los procesos evolutivos en nuestro entorno. A pesar de estas iniciativas, el debate público en torno a la evolución biológica continúa siendo escaso. Seguimos perdiendo la oportunidad de fomentar un diálogo enriquecedor y se sigue reafirmando la idea de que la idiosincrasia panameña se cierra al conocimiento.
Por cierto, el Museo de Ciencias Naturales en Avenida Cuba, podría ser un centro de divulgación de estos temas, pero está cerrado al público hace una década y sus colecciones están en grave deterioro. Ninguna administración le ha dado la importancia que merece. Ahora bien, es cierto que el currículo del Ministerio de Educación incluye tópicos donde se tratan contenidos relacionados con evidencias evolutivas como las provenientes de la paleontología, la biología molecular y la biogeografía. Sin embargo, en la práctica, este abordaje parece ser demasiado superficial. Esto dificulta que el estudiantado desarrolle un pensamiento crítico y analítico que los motive a profundizar en estos campos.
Sería acertado que el MEDUCA experimente con la inclusión de cursos optativos como paleontología y astronomía, haciendo más llamativo el conocimiento de las ciencias naturales para los jóvenes. Creo que es importante que las instituciones educativas panameñas enseñen la teoría evolutiva como un proceso comprobable, con las debidas pruebas, sin que ello signifique enfrentarse a las creencias religiosas de los estudiantes.
Esto me lleva a mencionar las posturas de los dos mayores grupos religiosos en Panamá. Por un lado, la Iglesia Católica ha adoptado la posición de reconocer la evolución como un hecho científico; pero sostiene que el alma humana no puede surgir de la materia y depende de la divinidad. Este enfoque, reiterado por el papa Juan Pablo II, busca reconciliar ciencia y fe. No obstante, muchos feligreses tratan el tema con cautela a pesar de la posición del Vaticano.
En contraste, las iglesias evangélicas rechazan rotundamente el planteamiento darwinista, una postura que parece ser influenciada por corrientes conservadoras estadounidenses. El verdadero desafío consiste en lograr un diálogo que integre los conocimientos científicos y las creencias religiosas en un marco de rigor y respeto. Creo que no hay que buscar la confrontación entre ciencia y fe, sino superar los obstáculos que limitan la comprensión total del pensamiento evolutivo.
Esto es vital para el correcto entendimiento de todos los fenómenos biológicos y por ende de todas las disciplinas relacionadas. Hay que abrir espacios de diálogo, promover la enseñanza sin desvirtuar la evidencia científica y reconocer la dimensión ética y espiritual de la fe. Esto contribuirá a enriquecer cualquier debate, y a formar ciudadanos capaces de integrar perspectivas diferentes, con pensamiento crítico y una gran curiosidad.
El autor es biólogo animal.
