En su libro, 21 lecciones para el siglo XXI, Yuval Noah Harari, en el capítulo dedicado a la palabra Resiliencia, se hace estas preguntas: ¿Cómo se vive en una época de desconcierto cuando los relatos antiguos se han desmoronado y todavía no ha surgido un relato nuevo que los sustituya? Y añade: ¿Cómo prepararnos y preparar a nuestros hijos para un mundo de transformaciones sin precedentes y de incertidumbres radicales? ¿Qué hemos de enseñarle a ese niño o esa niña que le ayude a sobrevivir y a prosperar en el mundo de 2050 o del siglo XXII? ¿Qué tipo de habilidades necesitará para conseguir trabajo, comprender lo que ocurre a su alrededor y orientarse en el laberinto de la vida?
Yuval parece estar de acuerdo con lo que muchos pedagogos coinciden. Debemos enseñar las cuatro ces: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad. No podemos saber el futuro que nos espera dentro de 50 años, pero sabemos que la humanidad necesitará de grandes dosis de equilibrio mental para enfrentar los problemas, saber darle sentido a la información para tomar decisiones y necesitará saber reinventarse constantemente. Yuval Harari no se equivoca en estas reflexiones, pero sí se equivoca en una parte cuando afirma que la resiliencia no se aprende de libros ni escuchando conferencias. Es verdad que la resiliencia se aprende afrontando la vida cotidiana, pero de vez en cuando nos encontramos con un libro orientador capaz de decirnos lo útil.
Es el caso de la nueva obra de Roberto A. Moreno de León que ha titulado: Felizmente resilientes. Me ha sorprendido que un libro tan sencillo y escrito sin ningún tipo de pretensiones, más allá de las que se propone con el tema, tenga en sus páginas las reflexiones necesarias que nos ayudan a pensar en la complejidad de la realidad y el mundo para prepararnos emocionalmente y saber tomar decisiones.
Si hay algo que nos queda claro después de la lectura de este libro es que, en la vida, desde que nacemos, la única certeza que tenemos es que viviremos en un mundo de caos e incertidumbres y que somos nosotros los que posibilitamos el orden en medio de esta desorganización que afecta nuestra felicidad; somos nosotros nuestros propios héroes en este relato.
Roberto Moreno nos da claves para descubrir nuestra capacidad de renacer de las cenizas y reinventarse. Utilizando la intertextualidad y valiéndose de las citas pertinentes, Roberto nos enseña a renacer como el ave fénix que es símbolo de resiliencia. “Cuando sintamos que las vicisitudes de la vida nos derrotan, encontremos las fuerzas necesarias para desplegar nuestras alas, recuperar nuestra dignidad y volar alto a nuestro destino”, escribe el autor.
En la compleja realidad de nuestro mundo, en medio de tantas contradicciones y problemas que afectan a todos los sectores de la sociedad y, sobre todo, a los más vulnerables que es la población juvenil, creo que el libro de Roberto Moreno debería de recomendarse en las escuelas del país, porque los maestros encontrarán en la obra una herramienta que puede servir para realizar discusiones y talleres que ayudarán a fortalecer el pensamiento crítico en los estudiantes, además de fortalecer nociones como la importancia de la comunicación y la cooperación, el sentido de solidaridad y colaboración; o cómo usar la creatividad para reinventarse.
El autor también nos muestra la relación estrecha que existe entre la palabra felicidad y la palabra resiliencia. “Vivimos felices cuando elegimos bien”, nos dice, porque cuando aprendemos a abrazar todas las experiencias de la vida y valoramos cada oportunidad, en este proceso aprendemos también a resistir las adversidades que nos ayudan a ver nuevos aprendizajes y tener otros conocimientos. “…podemos deducir que todos podremos tener la opción realizable de ser mejores personas si nos dedicamos no sólo a cultivar nuestro bienestar y conquistar la felicidad, sino también si logramos enfrentar y sobreponernos de manera positiva a los embates de la vida…”, porque la vida es una escuela de lecciones.
Quiero regresar a una de las preguntas iniciales en este artículo: ¿Qué hemos de enseñarle a ese niño o esa niña que le ayude a sobrevivir en el futuro? Siempre, o casi siempre, educamos para el presente, para resolver los problemas del presente; también nos parece que educar en cosas técnicas es mejor porque el mundo es una especie de empresa que necesita técnicos, pero enseñar a los chicos a esperar cualquier cosa desconocida que pueda afectar su ecosistema, enseñarles a tener la capacidad mental para enfrentar un desastre, no nos parece importante porque acostumbramos a decir: “no pienses en eso”.
Lo cierto es que el mundo cada vez está más contaminado, hay más guerras y desastres naturales, más gente sin patria y sin saber leer, los seres humanos pierden el control y la paciencia con mayor facilidad, y la verdadera solidaridad va más allá de recoger zapatos para los niños en las montañas. Quizás es más importante, hoy más que nunca, una educación resiliente, una educación que apueste en enseñar que una parte de la felicidad consiste en aprender a usar esa fortaleza interna para sufrir y salir del estanque. Felizmente Resilientes es un libro que ha nacido con ese propósito pedagógico.
El autor es escritor
