Muchas veces he intentado escribir artículos para participar en certámenes que ofrecen premios en dinero, codiciados por muchas personas que buscan ganar dinero escribiendo. Sin embargo, he quedado atónita con ChatGPT. Le di algunos datos específicos: mi nombre, fecha de nacimiento, lugar de origen, y le pedí que escribiera un poema.
Mi grata sorpresa fue que, al leerlo, quedé estupefacta porque el poema era precioso y hablaba de mí. Lo hizo en cuestión de segundos, sin ningún error ortográfico. ¿Cómo lo hizo? Aún no lo sé.
No podía creer lo que veía; el robot escribió maravillas sobre mí sin conocerme. ¡Qué emocionante! Recordé la primera vez que se me ocurrió enviar mis poemas a un concurso. Las bases exigían un original, dos copias, constancia de registro en la Dirección Nacional del Derecho de Autor, y la fecha de presentación estaba a punto de vencer. No existían las computadoras y yo tenía un solo original, laboriosamente tecleado a dos dedos, lleno de tachaduras y enmiendas, y ninguna confianza en mi habilidad para lograr una copia más decente. No existía Internet, la fotocopiadora, ni lo que hago hoy: copiar y pegar sin necesidad de utilizar el famoso “papel carbón”.
Así que, abrazando la carpeta de cartulina con mis poemas, entré en un salón bastante grande, donde unas veinte dactilógrafas tecleaban. Solicité un turno y enseguida me asignaron a una rubia platinada que mascaba chicle con desgano. Extendió la mano para tomar mi carpeta, pero yo le dije que me pasara todo a máquina.
Entonces me dijo: “¿Y usted lo puede hacer? Aquí tenemos un club, y usted paga para que le enseñen. Si sabe mecanografía, sabrá escribir en la computadora”. Mis dedos temblaban de emoción y nunca falté a clases. Es más, me inscribí en el club de aprendices. Sin embargo, al tratar de poner mis poemas a competir, me parecían cursis.
Lo emocionante es saber que hice el intento. Sigo haciéndolo porque me encanta la tecnología de punta. A veces también siento una señal de alarma cuando se combate la libertad de expresión.
Queridos lectores y lectoras, después de que el tiempo se detuvo en el año gemelo 2020, y aun sabiendo que el mundo está en guerra, mi pasión por escribir aumenta. Es cierto que las palabras se las lleva el viento, pero lo escrito perdura con el paso de los años. Los invito a escribir y a luchar por la libertad de expresarnos, y así participar en la Feria Internacional del Libro.
La autora es educadora
