Murió Fernán. Lo tengo que escribir para hacerlo material, porque decirlo no es suficiente, y porque de él aprendí que escribir era una manera de respetar la vida.
Fernán no nació en Panamá, pero hizo de nuestro país su Patria, por elección. Aquí llegó en los años 70 a trabajar como corresponsal de prensa, y aquí echó raíces.
En sus dos pasiones, el periodismo y las comunicaciones, dejó huellas perdurables en varias generaciones.
Durante muchos años, gracias a su entusiasmo incombustible hizo del Forum de Periodistas por la Libertad de Expresión e Información una organización abierta y convocante. Resultado de ello, el Premio Nacional de Periodismo del Forum continúa siendo hoy el referente a nivel nacional. Fue por su visión que grandes nombres del periodismo latinoamericano y español llegaron a Panamá como jurados del premio.
En la sala de redacción del diario La Prensa, donde le conocí en 1998, fue un editor generoso y sabio. Siempre nos invitó a buscar la palabra correcta, evitar la frase fácil y, sobre todo, a leer. Como periodista nunca peleó por tener la razón ni por protagonismos. Prefirió el camino del balance y la escucha atenta.
Fernán fue el gran fundador de las comunicaciones estratégicas de Panamá en los años 80. Su agencia Inter Imagen introdujo al mercado metodología moderna y profesionalizó aspectos como las relaciones con los medios de comunicación, y la manera como entonces se comunicaban las empresas con sus públicos. Un efecto de modernidad similar ejerció sobre las comunicaciones del Estado entre los años noventa.
Como su subalterno, fui testigo del enorme aporte que hizo a la Autoridad del Canal de Panamá diseñando la manera en que la organización se vinculaba con los panameños durante su crítica primera década.
Si el periodismo y la comunicación eran sus pasiones, la literatura era su perdición. Fernán fue un lector insaciable, y encontrarse con él terminaba siempre en largas conversaciones sobre lo que cada quien estaba leyendo en ese momento. ¿Qué estás leyendo, Cholo?, preguntaba en cualquier instante de la charla.
Creo que no me equivoco si afirmo que Fernán fue una de esas personas más grandes que la vida, porque su manera de ser con los demás, su carisma y sus ejecutorias impactaron la vida de muchas personas durante largo tiempo.
Murió Fernán. Y solo al escribirlo comienzo a comprender todas las ausencias con las que amanecemos ahora quienes le tratamos: el jefe puntilloso, el colega de humor fino, un amigo sin condiciones. Yo además perdí un mentor y un hermano.
Murió Fernán Molinos Delawsky.
El autor es periodista