El sistema de instituciones que conforman Naciones Unidas, creado por todos los países al finalizar la Segunda Guerra Mundial, acaba de cumplir 72 años de existencia. A todos los que hemos brindado o nos hemos beneficiado de la cooperación que ofrece nos han causado asombro las acusaciones recientes, en los medios y redes, en las que se afirma que esta constituye “una amenaza a la familia panameña”, declaraciones que denotan principalmente un profundo desconocimiento del trabajo que realiza en beneficio de la humanidad.
Hace poco me retiré, después de tres décadas en las que tuve el privilegio de trabajar como médico salubrista con la OMS (Organización Mundial de la Salud), con Unicef y con el OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica). Esta experiencia de primera mano me autoriza a comentar sobre la labor de esta institución, cuya misión principal es promover la paz, resolver los problemas económicos, culturales y humanitarios, y asegurar el respeto por los derechos humanos.
A lo largo de tres décadas trabajé en diferentes países de América, impulsando los programas de atención primaria en salud que lograron reducir a la mitad la mortalidad infantil, así como en los programas para la atención en salud de pueblos indígenas y pobres rurales. En Panamá pude colaborar de cerca con el gobierno, como representante de la OMS, durante la difícil situación que hubo que enfrentar cuando el mosquito Aedes aegypti reapareció en 1993, vector que se había logrado erradicar desde inicios del siglo pasado.
También tuve en mis manos la conducción de varios programas regionales como el de Mujer y Salud, el cual impulsó la equidad de género en el manejo de temas agudos como la violencia intrafamiliar, el embarazo en adolescentes, la discriminación contra la mujer en materia laboral y otros. Mi carrera culminó en el OIEA, impulsando la aplicación de las tecnologías relacionadas al tratamiento del cáncer y otras enfermedades mediante el uso de la radioterapia y la medicina nuclear.
Hay tantos logros atribuibles a Naciones Unidas que se requeriría de muchos artículos para poderlos reseñar. Veamos algunos, todos de gran impacto para las familias más postergadas del mundo:
• La erradicación de enfermedades como la viruela y la poliomielitis que causaron millones de víctimas en todo el mundo.
• Desde 1990, los programas de salud, vacunación y bienestar infantil y materna de Unicef, OMS, Unfpa, han salvado la vida de 90 millones de niños.
• El Programa Mundial de Alimentos da de comer cada año a más de 100 millones de familias en 80 países, en zonas de conflicto y desastres naturales.
• El Acnur, desde 1949, ha brindado asistencia humanitaria a más de 17 millones de familias refugiadas y desplazadas en todo el mundo.
Por último, no entiendo a qué se refieren los que hablan de “ideología de género” y “acusan” a Naciones Unidas de promoverla y divulgarla a nivel internacional. En mis más de 30 años de servicio nunca escuché ni utilicé este término y desconozco en absoluto su contenido.
Lo que sí puedo afirmar es que la lucha por los derechos humanos, de todos los seres humanos, es un valor intrínseco de Naciones Unidas, desde la promulgación de la Declaración Internacional de los Derechos Humanos en 1948, cuyo artículo primero reza: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
Finalmente, y con el mayor respeto por las opiniones de todos, desearía que estas líneas contribuyan a mejorar el nivel de información respecto al valioso aporte que Naciones Unidas viene realizando en beneficio de la humanidad.
El autor es médico
