Así describe el presidente electo su futuro gobierno, como si ello significara la gran panacea. Un gobierno de derecha que sugiere como prioridad al empresariado nacional. Ya se ha visto antes y, a menos que el martinellismo gobierne, tendremos en el futuro un gobierno de extrema derecha.
Esta “teocracia” empresarial replica un estilo de gobierno que desdeña al resto de las clases sociales; a las capas medias, a los trabajadores y a la población afectada por la pobreza.
Prestigiosos pensadores norteamericanos, al analizar la crisis por la que atraviesa su país, denuncian estos tipos de gobiernos que, desde los últimos 40 años, favorecen a las élites empresariales. Señalan que el escenario político fue diseñado para consolidar su influencia sobre los partidos políticos, sobre las instituciones legislativas y judiciales, y para lanzar figuras al solio ejecutivo mediante sus medios de comunicación.
Es harto conocido el papel que el complejo militar industrial, los grandes trust de gas y petróleo, los emporios financieros de Wall Street y las industrias de medicamentos ejercen en la vida de Estados Unidos y en el resto del mundo, proyectándose en el planeta mediante su hegemonía.
A través del cabildeo, estas élites obtienen privilegios y contratos multimillonarios, a cambio de “donaciones” a políticos, quienes, cuando abandonan el poder, se ubican en altos cargos de sus empresas. Pensadores como Jeffrey Sachs y los ganadores del Nobel de Economía Paul Krugman y Joseph Stiglitz han descrito estas prácticas “teocráticas” como antidemocráticas y corruptas, las cuales han llevado al país a la degradación moral, a la pérdida del nivel de vida de su población y a serias confrontaciones.
Acá en nuestro terruño, esta práctica corrupta de empresarios también se ha dejado sentir. Los mismos norteamericanos la predijeron en un informe producido por la DEA, la CIA, el Departamento de Estado, el Pentágono y el Departamento de Hacienda. Tras cuatro años de la invasión, dicho informe apuntaba que el país se había recuperado económicamente, la fuerza pública había dejado de ser beligerante y la democracia se consolidaba, ya que el PRD participaba en las nuevas reglas del juego.
No obstante, agregaba el documento, un peligro acechaba la vida nacional. El lavado de dinero y el narcotráfico crecieron durante ese periodo cinco veces más que en los años en que Noriega ejerció el poder, y la élite empresarial de Panamá se enriquecía a consecuencia de ello, aumentando su influencia en las actividades políticas y controlando los medios de comunicación. Esas actividades se realizaban en la Zona Libre de Colón, en instituciones bancarias, en supermercados, en el expendio de bebidas y en la venta de gasolina, actividades de gran flujo de efectivo. El informe fue acompañado con nombres y apellidos de esos líderes empresariales de cada una de esas ramas económicas, destacando connotadas figuras de la vida social panameña, los cuales aparecen en los registros históricos del órgano Legislativo de aquel entonces.
Desde el inicio en que se impulsaron las privatizaciones de las empresas públicas, esos líderes empresariales sacaron a relucir sus largos colmillos. El caso inicial más paradigmático de estas prácticas corruptas fue el sonado y escandaloso caso Cemis que, para impulsarlo, sobornaron a los gobernantes de turno, a líderes de la oposición y a diputados, con la “donación” de varios millones de dólares para su aprobación.
Posteriormente, el corrupto gobierno del martinellismo, cuyo multimillonario líder provenía de estas élites empresariales, hoy condenado al igual que muchos de sus más cercanos colaboradores, empresarios en su mayoría, fue también un gobierno de la Sacro Santa empresa privada.
Con un presidente designado a última hora por un atribulado Martinelli, ¿podemos pensar que la nación saldrá adelante de la degradación de valores y de la crisis socioeconómica por la que atraviesa? ¿Se desvinculará el presidente electo del martinellismo? Esperamos que sí.
Pero tendrá que jugársela contra el martinellismo, pues estas prácticas corruptas son una realidad generalizada, iniciada, como señalaba el informe estadounidense, por las élites privadas, infiltradas en la vida política y social, en las instituciones del Estado; y, lo más lamentable, ocasionando en los barrios la muerte de cientos de jóvenes cada año por el pandillerismo y el tráfico de drogas. Para enfrentar esta dura realidad, no basta solo la acción del futuro gobierno que, ya de por sí, por su origen y por la presencia de algunos que lo formarán, deja muchas dudas e incertidumbres.
En este escenario de deterioro de valores, no quedamos nadie por fuera, especialmente las élites privadas.
El autor es abogado, ex ministro de Estado y ex secretario general del PRD.