En mis muchos años como entrenador de fútbol femenino y facilitador de talleres de cuerdas, he compartido los valores que son considerados necesarios para construir equipos de alto rendimiento: planificación y comunicación, liderazgo y empoderamiento, creatividad e innovación, integración y trabajo en equipo, compromiso y sentido de urgencia, entre otros.
Hace unos siete años, cuando mi hijo Fufo regresó de su pasantía universitaria en Disney World, Orlando, junto con nuestro querido padre Betito, creamos el programa de entrenamiento La magia del servicio, en el que además de compartir los principios antes señalados, añadimos el tema de la “actitud positiva”, en el marco de las anécdotas de su aleccionadora experiencia como colaborador de uno de los parques temáticos más exitosos del mundo.
Son ya más de 5 mil personas las que han pasado por nuestros talleres; funcionarios y colaboradores de empresas privadas, con quienes hemos compartido conocimientos y experiencias maravillosas, confirmando con todos ellos que el cambio de paradigmas es posible y que si estamos dispuestos a jugar como niños y elegir una actitud positiva, ¡todo se puede!
Y es que todos, sin excepción, podemos elegir la actitud con que vivimos; “yo hoy escojo ser feliz” debe ser nuestro lema; no importan los problemas y obstáculos que se nos presenten, lo que los demás piensan o dicen de nosotros, los fracasos que hemos enfrentado; de forma resiliente, todos los días podemos decidir ser felices y luchar con tesón para alcanzar nuestras metas.
El 10 de octubre de 2017, será un día memorable para todos los panameños, nuestra selección nacional de fútbol clasificó de forma directa, sin repechajes, a la Copa del Mundo Rusia 2018; un equipo de alto rendimiento, que a pesar de todas las dificultades y críticas que enfrentaron en el camino, lograron la gloria eterna del fútbol para nuestro pequeño y querido Panamá.
El destino tenía reservado para Román Torres, nuestro capitán, que concretara la estocada final con un gol de antología que los fanáticos panameños guardaremos por siempre en nuestros corazones; una muestra de lo que los equipos de alto rendimiento, con planificación, integración, liderazgo, trabajo en equipo, cambio de paradigmas, sentido de urgencia y sobre todo, actitud positiva, pueden lograr.
Román nos deja una gran enseñanza y un reto a todos los panameños: él, siendo líder de la defensa, no le dejó a otros la responsabilidad compartida, no dijo como otros hacen, “ese no es mi trabajo” o “a mí no me pagan por eso”; él se fue hacia adelante, a buscar el sueño deseado por todos y gracias a Dios y a sus compañeros de equipo, logró lo impensado.
El merecido homenaje que el presidente de la República le ha hecho a Román y a nuestra selección como abanderados en honor a la patria, debemos decir que se queda corto; un estadista debe aprovechar circunstancias como esta para mandar un mensaje claro: las cosas buenas cuestan, requieren talento, disciplina y dedicación; el juega vivo es efímero y la corrupción no paga, es el camino de los mediocres y los ineptos.
¡Grande Román… grande mi selección… grande mi Panamá!
El autor es miembro de ADN.
