¿Qué es un golpe de Estado? “Es el derrocamiento de los personeros de un gobierno, mediante el uso de la fuerza militar, también en ocasiones por fuerza política civil o culminación de una rebelión popular. Siempre emerge de súbito y se caracteriza porque actúa y se consolida rápidamente. Llegan acompañados de hechos violentos y privaciones de los derechos humanos”. Hace 50 años, el 11 de octubre de 1968, ocurrió en nuestro país el segundo golpe de Estado, cuando la Guardia Nacional derrocó al presidente, Dr. Arnulfo Arias, aunque ya se había dado el primer golpe de Estado clásico 37 años antes, el 2 de enero en 1931. Aquella vez los hermanos Harmodio y Arnulfo Arias, dirigentes del movimiento político reivindicador Acción Comunal, derrocaron al gobierno del presidente constitucional don Florencio Harmodio Arosemena.
El de 1931 fue un golpe de Estado perpetrado por jóvenes profesionales idealistas, los que encontraron muy poca resistencia de la fuerza pública y se tomaron el poder. Hoy nadie estaría de acuerdo con que se repita modelo de golpe de Estado alguno en Panamá por razones inconvenientes; sin embargo, tampoco nadie puede garantizar que no pueda sorprendernos de repente una situación tan parecida a un cambio de gobierno súbito o ¡golpe!, como la última alternativa de cura y profilaxis política nacional, ante la incompetencia y descapitalización moral de los políticos, inmersos y disfrutando de nuestra Constitución exhausta que concentra excesivo poder en los presidentes sin ningún contrapeso; como además propicia la corrupción.
Vale advertir que los pueblos -el soberano- podrían recurrir a la prerrogativa y derecho de ordenar a la fuerza pública actuar institucionalmente en alianza de patria con la Iglesia para liberar y recuperar la institucionalidad del Estado y presupuesto nacional, que nos mantiene secuestrados una especie de dictadura de grupos políticos que se alternan en el poder cada cinco años. Mientras el tiempo transcurre rumbo al 5 de mayo de 2019, todos somos testigos de que se repite el ciclo de administración inmoral del Estado, que va colmando el pozo séptico de corrupción y robo de parte de algunos integrantes del aparato gubernamental.
Debemos decirlo de cara al sol y civismo, en mi concepto, si los panameños nacionalistas y progresistas, que somos la mayoría, no logramos para el próximo 5 de mayo de 2019 organizar una fuerza política invencible y dar el golpe mortal en las urnas para erradicar a los políticos parásitos del clientelismo, debemos estar conscientes, desde hoy, que seremos sus rehenes con todo y presupuesto nacional e ingresos del Canal “y para siempre, de resultar así, entonces que nadie llore”.
Albert Einstein, el sabio expresó: “¿Cómo pretender que las cosas mejoren, si todo lo seguimos haciendo igual?”. Si analizamos el mensaje de Einstein aplicado al Panamá de hoy, quedan dos movimientos de gran trascendencia para consolidar la nueva república y reactivar las esperanzas de un mejor mañana con justicia social y bienestar humano para todas las 800 mil familias panameñas. El primer movimiento con el concurso y apoyo de las iglesias, asociaciones, gremios de profesionales, artistas e intelectuales y sindicatos, etnias, productores del agro, trabajadores del mar e indígenas, lograr que el señor presidente Juan Carlos Varela recomiende ante el Tribunal Electoral incluir la quinta papeleta en las próximas elecciones para que el soberano exprese si quiere o no una nueva Constitución mediante el artículo 314, la constituyente paralela o si prefiere solo reformas parciales a través del artículo 313; es decir, dos asambleas.
El segundo movimiento que presagia ser el más difícil, pero no imposible, consiste en que todos los aspirantes por la libre postulación sin excepción se unan voluntariamente y nos conduzcan a las urnas con redoble de tambores hacia el triunfo ordenado. Para ello es menester que esta fuerza progresista elabore la estrategia para el desarrollo nacional que alumbre hacia los próximos 10 años o dos quinquenios.
La delicada situación política actual sugiere a todos que despertemos y salir del prolongado letargo hibernal cual osos humanos, y nos demos cuenta de que la patria ha sido secuestrada y hay que liberarla. También compenetrarse y no dejarse manipular por el bombardeo propagandístico que financiará Odebrecht a los candidatos con gran opción, pero son los mismos con otros rostros y apellidos del bando de los secuestradores actuales del Estado. Los cuatro candidatos ya definidos y sus partidos, aún no han logrado demostrar que no siguen con vínculos mafiosos y apoyo económico de la corruptora transnacional Odebrecht y de alcanzar la presidencia uno de estos, Odebrecht seguirá corrompiendo a los políticos panameños, con el cuento de caminos de que esta empresa alberga 40 mil empleos de panameños, cuando en realidad no llegan a 10 mil, como tampoco lo justificarían 100 mil o más empleos en un Estado donde la administración de justicia debe ser sagrada. Luego entonces, son estos señores los candidatos ideales para afianzar precisamente la cleptocracia y la prolongación de la corrupción impune, dándole más fuerza al pregón absurdo ya en boga, “no importa que roben, pero que hagan”.
Regresando a Albert Einstein, si estos candidatos ya hicieron pactos con los diputados para que la Asamblea Nacional no sea reparada y mucho menos prohibirles la reelección perpetua de los diputados y conservar las planillas como la 080, ¿cómo podrán ellos convencernos de que introducirán las transformaciones radicales que nuestra sociedad demanda?
Finalmente, tanto la empresa privada como los designados recientemente por la concertación, al propiciar meros ajustes a la Constitución mediante dos asambleas, alegando temores “comodín” para su beneficio, de “cambios para que en la realidad nada cambie” que se intuye, no son conscientes aún de que están estimulando a mediano plazo el tercer golpe de Estado, con el aval del soberano, tal cual ocurrió el 11 de octubre de 1968.
El autor es excomandante de la Guardia Nacional
