Hace unos días parecía que la suerte del director Estivenson Girón estaba echada y su separación era inminente. Después de visitar la casa presidencial y escuchar sus subsiguientes declaraciones, cabía especular que seguiría en el cargo. Pero casi inmediatamente y para prolongar la incertidumbre sobre el futuro de la Caja de Seguro Social (CSS) y aumentar las preocupaciones de sus dos millones de cotizantes y beneficiarios, circuló que un grupo de la junta directiva se aprestaba a recomendar la separación y que el subdirector asumiera el puesto, mientras se busca un sucesor, en un plazo que podría extenderse hasta por tres meses.
Finalmente, y para poner fin al sainete, el señor Girón ha renunciado.
Que el renunciado hizo sobrados méritos para merecer la defenestración, está más allá de la duda. Su permanencia era casi imposible, salpicada como estaba por varias denuncias de manejos poco claros, que solo han servido para elevar a alarma nacional la crisis de la institución.
Pero en el drama del Seguro Social, y para ser objetivos, todas las culpas no recaen en el señor Girón. La responsabilidad por la administración de la CSS, de acuerdo con su estructura legal, la comparte su junta directiva, que tiene poderes de supervisión y veto, que no ha ejercido por negligencia inexcusable.
Como la crisis de la CSS no es una novedad que sorprenda a nadie, pues lleva años incubándose, a la par también han proliferado las propuestas de soluciones, casi siempre focalizadas en cómo rescatar el fondo de pensiones. Pero el problema institucional es integral y, por supuesto, no se circunscribe a encontrar las vías que asegurarían la reconstitución de las reservas actuariales. La institución requiere de una completa reingeniería, que no será posible mientras sigan al frente de sus destinos sus actuales manejadores, los administrativos o los integrantes de su junta directiva. La crisis, por su profundidad, demanda de medidas radicales y la primera debe ser su marginación. Por eso, y para ser más claro, el punto de partida no puede ser la sustitución del director Girón por el actual subdirector y que, junto con él, permanezcan los actuales integrantes de la junta directiva.
El segundo paso debe ser encomendar la gestión de la Caja a una “junta interventora o gestora” con plenos poderes para adoptar las medidas correctoras, las inmediatas y las que servirían de marco para las de más largo plazo, incluyendo las reformas del régimen legal.
De llegarse a concretar –por quienes deben tomarla–, la decisión sobre la integración de la junta interventora, no será fácil, por cuanto será necesario vacunarla contra la presencia de los falsos profetas con pretensiones de sabelotodos, y de la injerencia de los “expertos” en busca de protagonismo.
En Panamá hay capacidad suficiente para afrontar la tarea con éxito y será cuestión de no precipitarse. La crisis es grave, pero las prisas no la solucionarán, sino que la empeorarían.
Un método efectivo para enfrentar situaciones similares es la conformación, como primer paso, de un “grupo de trabajo”, del nivel político y credibilidad adecuadas, cuya misión específica, y de muy corto plazo, es establecer el marco general de los problemas a solucionar y el cronograma para abordarlos, así como las medidas inmediatas y provisionales para no interrumpir el funcionamiento de la institución y, en este caso específico, de los servicios que presta.
La crisis del Seguro Social, por su gravedad y por las consecuencias que puede tener un desenlace catastrófico es, tal vez, el problema político y social más trascendente que enfrenta el presente gobierno, y la nación, como un todo, lo juzgará de acuerdo a cómo la enfrente, pero sobre todo, por su decisión y capacidad para solucionarla.