Ahora tenemos este tema de Trump y la considerable cantidad de panameños que claman porque el “mister” venga a resolvernos todo lo que no hemos logrado solucionar social ni políticamente en décadas de democracia moderna. Esto suena absurdo y, más que antipatriótico, apátrida. Es decir, una actitud propia de quienes parecen no tener un verdadero sentido de pertenencia hacia su país. Este fenómeno se observa, entre otras cosas, en aquellos que hacen del consumismo su esencia existencial. Estas personas serían capaces de vender a su patria por priorizar su comodidad y la de sus allegados. No tienen un concepto claro de solidaridad ni de nación; su único interés radica en el “¿qué hay p’a mí?”.
Tal vez estemos atravesando otra vuelta en el ciclo histórico. Hemos regresado, quizás, al punto en que el pueblo buscaba separarse de la Corona española porque sentía que estaba “descuidad@”. Años más tarde, nos separamos de Colombia bajo el mismo argumento. Esto evoca una imagen similar al cuadro de una dama que busca al enamorado perfecto, cambiando de príncipe azul cada vez que siente que no la atienden ni valoran. Finalmente, esta princesa tuvo un hijo (el Canal) con su último enamorado, pero tiempo después decidió separarse, argumentando maltrato. La separación fue consensuada, pero ella quedó a cargo de la custodia del hijo. Más tarde, apareció otro pretendiente prometedor, que supuestamente la “querría y ayudaría mucho”. Al intentar traerlo a casa, el padre del niño se opuso ferozmente, y todo derivó en disputas por la custodia, patria potestad y demás temas relacionados.
Sacando esta analogía social y personal, aunque triste, vemos que existe una verdad subyacente: un sentido de insuficiencia que parece habernos marcado como nación. Es decir, una inmadurez cívica y política que nos mantiene anclados en ciclos de dependencia. ¿Será que, por ser el puente del mundo, jamás lograremos desarrollarnos plenamente como país, sin que una potencia extranjera intervenga para “hacernos el mandado”? En Panamá tenemos capacidad, actitud y aptitud; lo hemos demostrado administrando el Canal por tanto tiempo. Sin embargo, la corrupción, la inacción y la indiferencia popular nos convierten en ese niño aparentemente saludable y robusto, pero lleno de parásitos por dentro.
Esta insuficiencia social se origina en una carencia ciudadana que hemos cultivado bajo un modelo pseudodemocrático. Es, en esencia, lo que ha impedido que construyamos una nación y un país funcional; una verdadera república. Las personas que ahora piden a Trump son las mismas que promueven el clientelismo político. Ven en él a una especie de “súper diputado” y esperan que resuelva lo que ellos mismos no han querido solucionar por falta de compromiso y empoderamiento. No les importa ofrecer el Canal como moneda de cambio, porque confunden bienestar con comodidad. Estas personas no entienden el significado práctico y real de la solidaridad.
Un país con mucha gente así no ha madurado políticamente. Y no lo hará mientras existan políticos que compren su amor por Panamá cada cinco años.
El autor es ingeniero en sistemas.