El domingo 5 de mayo, el pueblo soberano habló. El presidente electo de la República de Panamá es José Raúl Mulino. Aunque no contó con mi voto, a partir de este momento, es el presidente de todos los panameños... y por ende, mi presidente.
Desde este momento, sinceramente deseo y quiero que tenga éxito en su gestión, porque de ello depende el futuro de mi nación... la única que tengo y la única que tienen mis hijos, nietos y bisnietos. El futuro, para mí, por la familia que tengo, son los próximos 100 años, lo cual incluirá a éste y los próximos 19 presidentes, si hemos de conservar el siempre imperfecto pero libre sistema democrático de gobierno.
Como ciudadano a tiempo completo, político no partidario, me dedico a la sociedad civil y al periodismo de opinión; por esa vía estoy comprometido siempre a procurar lograr el perfeccionamiento de la democracia y la gobernanza de nuestra nación.
A pesar de mis 86 años cumplidos, seguiré activo hasta mi último suspiro, no sin antes agradecer a mi Dios el privilegio de una larga vida.
Mi actividad ciudadana será, como siempre lo ha sido, felicitar a nuestro gobernante en cada acierto y a la vez criticarle constructivamente sus desaciertos según mi particular visión... eso sí, siempre en defensa de la libertad y la democracia.
Así veo las cosas hoy:
Positivos: la democracia electoral funcionó casi a la perfección, ya que a las 8:30 p.m. del mismo día de las elecciones (5 horas luego del cierre de urnas) teníamos presidente.
La civilidad se produjo inmediatamente con la concesión de la victoria al ganador, y la aceptación de la derrota por parte de todos los candidatos presidenciales perdedores, aún antes de que el Tribunal Electoral hiciera la llamada de felicitación al virtual ganador y nuevo presidente.
En la Asamblea, alcaldías y corregimientos hubo un radical revolcón, ganando los jóvenes de Vamos, MOCA y otros Independientes, con los resultados más esperanzadores de todas las elecciones por mí vividas.
Ricardo Lombana y Juan Diego Vásquez prometen liderar una oposición activa.
Todo lo antes explicado no es poca cosa, amigos lectores, ¡pocos países del mundo pueden decir lo mismo!
El virtual presidente, José Raúl Mulino, ha dicho (a su manera) todo lo que sus opositores y... aún más importante... el mundo, querían oír. Veamos: dijo que gobernará él, no como proxy de otro (conociendo su personalidad, esto es creíble). Dijo que gobernará con los mejores, buscando una importante participación con cuantos sectores pueda, cosa inteligente proveniente de cualquier presidente que gana con una minoría de la votación total, sobre todo con poca base política propia. Dijo que Panamá honraría, como siempre lo ha hecho, sus compromisos financieros. Defendió la buena relación de Panamá con Estados Unidos y China, alejándose correctamente de los problemas entre esos dos países. Habló de sus deseos de ampliar las relaciones con nuestros vecinos, especialmente Colombia, correctamente haciendo ausencia de diferencias ideológicas. Dio seguridades a la importante función de la empresa privada como motor de la economía, cosa que le viene naturalmente porque incluso ha presidido gremios empresariales como Apede. Dio tranquilidad a los uniformados porque no esconde su estilo autoritario. Incluso parece que en su historial hay una lucha contra la dictadura militar que sufrimos, y una participación activa en el gobierno de reconstrucción democrática de Endara. Tiene vivencias que hacen pensar que lo autocrático es puramente estilo y no convicción.
Lo que sí puede ser positivo de su estilo es que después de 10 años de gobiernos blandengues... y ahora ausentes, tendremos en él un gobernante con decisiones firmes y a tiempo, en que se sienta un claro liderazgo desde la silla presidencial.
Posibles negativos: El más importante es que se dedique a intervenir en el sistema judicial buscando reversar los procesos y condenas de personas que la población en general sabe que son culpables. La respuesta, dicha al calor de la campaña, de convocar a una constituyente originaria para borrar los poderes legislativos y judiciales, sería catastrófico y pondría al país al borde de un conflicto civil. Estoy convencido de que son cosas que se dicen al calor de una campaña pero que al ocupar responsablemente la silla presidencial, usualmente desaparecen del panorama.
Lo mismo sería si, en vez de aprovechar su posición como presidente para ampliar su base sumando gente independiente y capaz, se recostara en Ricardo Martinelli y su círculo de oscura reputación, dañando por esta acción su capacidad de gobernanza.
Conclusión: Por el momento gana Panamá, y la Asamblea es la gran victoria de la juventud ejerciendo su poder ciudadano. Hay liderazgos nacionales nuevos y honestos. ¡Hay oposición nueva y honesta!
Nos toca sentir optimismo y la responsabilidad de apoyar al presidente electo, sin dejar de continuar nuestra tarea como ciudadanos vigilantes a tiempo completo.
¿Qué más se puede pedir?
PD. Por supuesto que hay las acostumbradas maleanterías procurando inventar diputados PRD y RM en algunos pocos casos, pero esta vez el país entero estará pendiente, defendiendo sus votos.
El autor es miembro fundador de La Prensa