Un conocimiento más amplio, profundo y certero de nuestra historia ayudaría a afianzar la identidad nacional y el espíritu cívico, urgentes necesidades en un país cuya situación sociocultural está caracterizada por la anomia y el abuso, por el exacerbado egocentrismo de la inmensa mayoría de los integrantes de la colectividad y por el irrespeto generalizado al derecho ajeno.
Se necesita ser muy obtuso para no advertir que estos rasgos antisociales tienen efectos sustanciales en la vida económica y política. El “no me importa con los demás” y el querer aprovecharse de las circunstancias en detrimento de quien sea, generan impactos considerables en esos y otros ámbitos, que los especialistas en salud mental y en las dinámicas sociales deben identificar y evaluar.
Por eso, quienes no se cansan de proclamar a cuatro vientos la necesidad de mejorar la educación, harían bien en reflexionar sobre el particular y proponer un giro en el sistema educativo hacia una formación basada en valores, con importante contenido humanístico y énfasis en la historia.
Lograríamos así rectificar criterios básicos de clasificación y análisis. El llamado “período republicano”, que los textos de historia sitúan a partir de 1903, comenzó en 1821. Fue entonces cuando la forma republicana de gobierno reemplazó al despotismo monárquico, basado en el supuesto derecho divino de los reyes.
Ese cambio tan trascendental, el más dramático de nuestra historia posterior a la conquista española, tiene origen en el deseo generalizado en la población “de vivir bajo el sistema Republicano, que sigue toda Colombia”, como lo establece el acta de independencia de la Heroica Villa de Los Santos, de 10 de noviembre de 1821. Y no en vano señala el acta de independencia de Panamá, de 28 de noviembre del mismo año: “El territorio de las Provincias del Istmo pertenece al Estado Republicano de Colombia”.
Si tenemos claro cuándo se inicia la vigencia del sistema republicano (1821), podemos entender mejor de qué consiste esta forma de gobierno y porqué nos conviene sobre otros regímenes políticos, como el despotismo monárquico que imperó a lo largo de tres siglos o las dictaduras que, durante la unión a Colombia y desde nuestra separación en 1903, han interrumpido la vigencia del gobierno republicano en nuestro medio.
El republicanismo es un gobierno de ciudadanos, con igualdad de derechos y deberes ante la ley. Se ejerce, no directamente por los miembros del cuerpo político, sino a través de representantes, quienes llevan a cabo las funciones del Estado, cada uno en su ámbito previamente definido, para garantizar la separación de poderes que es la principal salvaguardia contra la tiranía. En Hispanoamérica, su principal adalid es Simón Bolívar.
El comienzo de nuestro período republicano en 1821 no significa que la República de Panamá nació ese año o que solo extranjeros aportaron a la construcción y afianzamiento del republicanismo el istmo. La primera República de Panamá—el Estado del Istmo—se creó en 1840.
La segunda, en 1903. Este es otro detalle que no tratan adecuadamente los programas de historia, en detrimento de nuestra nacionalidad y cohesión social.
En cuanto al aporte panameño al fortalecimiento republicano, fue oportuno, reiterado y significativo a lo largo del siglo XIX. De hecho, uno de nuestros más grandes repúblicos—José de Obaldía y Orejuela—nació en esta fecha, el 19 de julio de 1806. Se destacó como estadista y defensor del sistema republicano, y entre sus importantes aportes sobresale la fundación de Chiriquí (1849).
Suponemos que el natalicio de un prócer de esa talla será conmemorado por todo lo alto por la gobernación de la provincia, los consejos municipales, las organizaciones cívicas y culturales y la Universidad Autónoma de Chiriquí (UNACHI), ese modelo de probidad republicana y dedicación a la instrucción pública.
En una columna publicada en La Prensa con motivo del bicentenario de su natalicio (2006), Carlos Iván Zúñiga describe a José de Obaldía (1806-1889) como gran visionario y afirma que su nombre “está vinculado al largo proceso independentista panameño.” Aunque reseñar con justicia su trayectoria, aun abreviadamente, es imposible en este espacio, hay tres episodios de su vida que evidencian su talante republicano y su apego a los principios de un gobierno de ciudadanos.
José de Obaldía fue uno de tres panameños que ejerció la primera magistratura de Colombia (los otros dos fueron Tomás Herrera y Joaquín Riascos). La oposición a la esclavitud, que compartía con otros grandes repúblicos decimonónicos como Tomás Herrera y Justo Arosemena, fue rasgo sobresaliente de su ideario político liberal.
El 1 de enero de 1852, estando encargado del poder ejecutivo de la Nueva Granada, le correspondió poner en ejecución la Ley N°2 de 1851, sobre libertad de esclavos en Colombia, tema que desarrolla valiosamente en un ensayo el profesor Oscar Vargas Velarde.
Siendo otra vez vicepresidente de Colombia, le tocó asumir la primera magistratura a raíz del golpe contra el presidente José María Obando, en 1854. Inmediatamente después del derrocamiento de Obando, tuvo que refugiarse en la legación estadounidense, pero a partir de agosto asumió el cargo en propiedad, como presidente de la República, hasta el 31 de marzo de 1855.
En ese lapso, además de encabezar los esfuerzos por el restablecimiento constitucional, le correspondió sancionar el acto adicional a la constitución neogranadina de 1853, mediante el cual se creó el Estado Federal de Panamá, importante expresión de la histórica aspiración panameña a la autonomía y la afirmación nacional.
El desempeño de personajes como José de Obaldía demuestra que desde muy temprano hubo panameños comprometidos con el republicanismo como fórmula política para garantizar el bienestar social y dedicaron sus mejores esfuerzos a promoverlo y protegerlo. Es oportuno recordarlo en momentos en que el sistema republicano está en crisis, en Panamá como en muchas otras partes.
El autor es politólogo e historiador, director de la Maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá y presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá.
